'Se
necesita coraje para pedir perdón': exguerrillero del Eln
¿Qué tan difícil es pedir perdón?
Entrevista con el exguerrillero y exdirigente del
Eln Carlos Velandia, alias 'Felipe Torres'.
¿Le digo Felipe Torres o Carlos Velandia?
Carlos Arturo Velandia. Ese es el
nombre con el que me bautizaron mis padres. Felipe ha quedado atrás. Quiero
construir una nueva historia.
¿Por qué escogió el alias de ‘Felipe Torres’?
Fundamentalmente fue en homenaje
a un tío abuelo, hermano de mi abuela que en la guerra de los Mil Días se
perdió. Sesenta años después volvieron a encontrarse por una casualidad. Yo
estaba bastante chico cuando reapareció en nuestras vidas ese tío abuelo, y me
impresionaba mucho saber que había estado en la guerra. Cuando me vinculé a la
lucha revolucionaria tomé su nombre, quizás como homenaje o porque quería
parecerme en algo a él.
¿Qué jerarquía tenía usted en el Eln?
Era miembro de la dirección
nacional.
¿Cuántos años duró de guerrillero?
Desde los años 70 hasta el 2000.
Treinta años.
Hasta que lo coge preso el Ejército...
Eso fue en el 94, hace 20 años.
Estábamos precisamente viviendo la euforia del Mundial, había pasado el cinco a
cero de Colombia con Argentina. Me capturaron y estuve 10 años en prisión,
posteriormente 7 años en el exilio y hace 2 regresé al país.
¿Qué está haciendo hoy?
Soy un activista del tema de la
paz, aunque nadie me escuche. Dicto conferencias, la mayoría gratuitas porque
los amigos me invitan a dictar charlas en las universidades y no pagan por eso.
Eventualmente elaboro documentos. Por eso sí me pagan, pero no mucho.
¿Es dura esa realidad laboral para un hombre que ha abandonado las
armas?
Muy dura. Aunque ya no tengo
deudas absolutamente con nadie, ni con el Estado, porque las saldé en los
términos de la ley que me castigó. Pagué hasta el último día, hasta el último
segundo.
¿No tiene facilidades laborales? ¿Difícilmente lo acogen?
Esta es una de las situaciones
más complejas que tendrán que abordar contingentes de ex insurgentes cuando
hagan la dejación de armas hacia unos procesos en búsqueda de inclusión
política y de inserción laboral, esperando que haya una sociedad con los brazos
abiertos. No la van a encontrar. Eso no es lo real, es ilusión. Quizá esa
apertura de brazos habrá que construirla, pero necesitará cambios
generacionales.
Está libre de la justicia. ¿También de las ataduras de la guerrilla?
Totalmente. No tengo ningún tipo
de vínculo orgánico, ni político, ni relación de mando u obediencia. Soy
totalmente libre.
¿Sigue siendo vocero del Eln como lo fue estando preso, durante el
fallido proceso de Maguncia?
No. Vocero soy solo de mí mismo.
Todas las opiniones que yo doy, mis puntos de vista, son mías y de más nadie.
Obviamente, no dejo de ser un ‘eleno’, porque son más de 30 años contribuyendo
en la construcción de un pensamiento, de una forma de ser, de presentarse y de
actuar. Yo no podría ser un liberal, ni un comunista, ni un conservador, ni un
‘verde’. Soy un ‘eleno’ y no lo puedo evitar.
¿Aspira a pertenecer algún día a algo legal que se llame ‘Partido
Eleno’?
No, yo no creo que el Eln tenga
mucho interés en crear un nuevo partido político. Yo creo que lo ‘eleno’ es una
forma de ser.
¿Cómo es esa forma de ser?
Tener un alto sentido del
humanismo y asumir la causa de la revolución con sacrificio. Y con una
disposición a servir, no a servirse de. Implica estar dispuesto a entregar la
vida, a entregarlo todo.
¿Y en esa manera de ser, dónde entran las armas?
Las armas entraron quizá como
algo inevitable, ante los reclamos de una sociedad, de un país que se la jugaba
con la cédula en la mano, pero era excluido. Después, la guerra va tomando su
propia vida; es como un animal que crece y se hace totalmente autónomo y a
veces ingobernable.
¿Hoy piensa lo mismo?
Las armas cumplieron un papel en
Colombia. Hoy, esta guerra es totalmente inútil. Hay que superarla a la mayor
brevedad posible. Porque mientras tanto otros países pasan adelante, están
construyendo, entrando en la modernidad, y nosotros nos quedamos en la
pre-modernidad.
¿No cree que al Eln se le está haciendo tarde para eso?
Creo que sí. Pero no es
exclusivamente por voluntad del Eln; es también del Gobierno, como vocero del
Estado, y de una parte también importante de la sociedad. Dejar al Eln en un
segundo lugar le hace daño también al proceso. Quizá hubiese avanzado mucho más
si se hubiera arrancado a conversar de manera simultánea con las dos
organizaciones. Pero aquí se ha impuesto la lógica de la amenaza mayor y, para
la seguridad nacional, para la estabilidad institucional, para la democracia,
esas son las Farc.
Eso es porque el Eln tiene menos guerrilleros que las Farc, no porque
tenga menos ganas de hacer daño...
Quizá, también. Pero, además,
porque el Eln ha venido construyendo unos perfiles donde la política tiene
mucho más valor, con sus tesis y las propuestas, que los mismos tiros.
Sorprendió mucho al país que, en un reciente foro del Centro de Memoria
Histórica, usted se paró y le pidió perdón al exsenador Juan Fernando Cristo, a
quien el Eln le asesinó a su papá...
Estando en ese encuentro de
Memoria Histórica, empiezan las víctimas a hacer el relato de cómo han vivido
el dolor y la desgarradura de los hechos de violencia. Piden explicaciones y no
hay una respuesta para ellos válida. Yo estaba allí, en medio, y sentía que
algunas de esas preguntas podría responderlas, o al menos intentarlo. En cierta
forma, dar la cara. Para mí, en ese momento, fue una situación ineludible. No
podía permanecer en mi asiento y hacer oídos sordos a lo que estaba pasando
allí. Fue producto de una construcción interna, no porque se me ‘chispotió’. Y
también de una necesidad que, yo creo, tenemos todos los que hemos estado
involucrados de manera directa en el conflicto. La de dar la cara al país,
intentar mirar a los ojos a los contradictores, y a las víctimas con mucha más
razón, y darles las explicaciones que sean del caso.
Pero usted no participó, hay que aclararlo aquí, en el asesinato del
papá del senador, porque estaba preso. Claro que seguía militando en ese
movimiento armado...
No participé y es cierto que
estábamos presos con ‘Pacho Galán’ y andábamos en conversaciones de paz con el
gobierno del presidente Ernesto Samper. Nos cayó como un baldado de agua fría
porque sabíamos que eso iba a interrumpir el proceso y al mismo tiempo,
también, porque dentro de la organización se venían generando unas pujas que
explican un poco la muerte del señor Cristo.
¿Qué tan difícil es pedir perdón?
Muy difícil. No porque cueste
trabajo construir la idea de pedir perdón; es escoger el momento y tomar la
decisión. Es decir, en mi caso diría que es tener los pantalones, tener el
coraje, salir y dar la cara.
¿Sentía, por parte del auditorio, incredulidad, odio o comprensión? ¿Qué
vio, por ejemplo, en los ojos del senador Cristo?
Él y todo el mundo estaban
sorprendidos. En el auditorio, el silencio y el respeto por las víctimas eran
impresionantes. Era el momento de ellas. Me permitieron decir, en últimas, lo
que yo quería decir, de la manera que yo lo quería decir.
Un buen ejemplo para las Farc, que, frente a las víctimas, se han
mostrado tan arrogantes...
El camino que yo tomé es
inevitable para todos, para ellos y para las partes. Hasta para el Estado, que
tiene agentes muy comprometidos en el conflicto. Y que también tendrá que pedir
perdón en su momento, para que pueda haber una verdadera reconciliación. Yo sí
quisiera la verdad de lo que pasó. ¿Por qué desaparecieron a un hermano mío de
la misma manera como desaparecieron y asesinaron a una hermana de ‘Gabino’? Los
militantes de las guerrillas también han sido golpeados, han sido victimizados,
lo cual no significa que no tengan la condición de victimarios.
¿Acaso haber sido victimario y luego víctima empareja?
No. En términos de justicia, el
victimario debe estar dispuesto a recibir el castigo que amerite por los
crímenes y delitos que haya cometido. Aquí cada cual debe responder por sus
actos, pero también con proporcionalidad. Pero el Estado tampoco debió
permitirse ese tipo de actuaciones.
Eso no tiene discusión. Pero hay personas que aún sostienen que el
paramilitarismo surgió por una necesidad de la sociedad de defenderse...
Esa es la lectura de algunos,
pero no justifica la complicidad de actores del Estado ni en términos éticos,
ni morales, ni jurídicos. El Estado está fundado sobre la legalidad. Ni mi
familia ni yo pedimos dinero alguno. Estamos esperando solo la verdad. Es el
camino de la reconciliación. Lo material, la calidad de vida que debemos
construir, lo hará la sociedad en el posconflicto; pero hoy, con esos gestos
tenemos que superar este conflicto, que se ha convertido en un obstáculo para
todo. Pero también se necesita no una negociación, sino un diálogo entre el
presidente Juan Manuel Santos y el expresidente Uribe.
¿Si el Presidente dialoga con las Farc, por qué no con Uribe?
No es posible hacer la paz a
expensas de Álvaro Uribe Vélez, de lo que él representa, ni de las fuerzas que
lo acompañan. La paz tendrá que ser con ellos, porque son parte de este país,
de esta realidad. Cierre los ojos e imagínese por un momento una mesa en la que
estén Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe, ‘Timochenko’ y ‘Gabino’. No negociando
el país, ni la economía, ni la democracia. Filosofando uno poco, solo
discutiendo la noción de país hacia el futuro.
Ni cerrando los ojos me puedo imaginar esa mesa... Una última pregunta:
¿está en paz con usted mismo?
Soy un inconforme, la tarea está
a medio hacer, pero me sentiré muy contento si logramos la paz. Así completaría
la obra de mi vida, que ha sido incompleta. Quise ser médico y me quedé en la
mitad. Hice una carrera de administración de empresas y se quedó en la mitad.
Quisimos llegar a la toma del poder y nos quedamos en la mitad. Quise ser
padre, tengo dos hijos, pero ni ellos me tienen ni yo nunca los tuve.
¿Eso no es culpa suya, por escoger el camino que no era?
No, ese era el camino, pero tiene
todos estos vericuetos, todos estos costos. Quizás lo que pueda parecerse un
poco más a una obra más completa es que haya paz, en el entendido de que se
supere la violencia, de que ya no va a ser un acicate ni una herramienta para
hacer la política, y de que se abren espacios de inclusión y de discusión de
los grandes problemas del país. Creo que si esto se logra, estaré un poco más
conforme.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
Especial para EL TIEMPO