lunes, 11 de enero de 2016

SIETE ACTORES DEL CONFLICTO VEN EN 2016 UN AÑO DE RECONCILIACIÓN

Jueves 31 de Diciembre de 2015 - 12:03am
Siete actores del conflicto ven en 2016 un año de reconciliación



POR: 
CARLOS POLO Y ÁLVARO PIÓN SALAS

EL HERALDO habló con excombatientes, exguerrilleros y víctimas de la guerra para que contaran sus expectativas sobre el proceso de La Habana el próximo año.
Siete miradas, siete formas de ver el conflicto en Colombia y una sola salida: la firma del acuerdo de paz.
EL HERALDO contactó a siete actores de la guerra en el país (exguerrilleros, exmilitares y víctimas) para que contaran sus expectativas sobre el proceso que se adelanta en La Habana y cómo ven 2016, un año que ha sido denominado “clave” por el presidente Juan Manuel Santos, para lograr un acuerdo definitivo que termine con más de medio siglo de disputas.
La voz de los consultados es unánime: luego de que fuera aprobado el punto de las víctimas, uno de los más importantes, esperan que el proceso continúe y que a mediados de 2016 haya una firma final.
Precisamente, el presidente aseguró que para antes del 23 de marzo es posible ponerle la rúbrica al acuerdo. Sin embargo, las personas consultadas son cautas y prefieren que las conversaciones se tomen el tiempo que sea necesario para que antes de julio quede finiquitado.
Las víctimas afirman que lo más importante es que se sepa la verdad de lo que sucedió, dónde están sus familiares desaparecidos y quiénes son los culpables, entre otras preguntas que esperan respuesta.
Sobre la reconciliación, aseguran que la firma del acuerdo no va a causar un cambio inmediato en el pensamiento y el comportamiento de los colombianos, sino que es algo que se debe dar paulatinamente y en el que deben participar todos los estamentos para evitar que se vuelvan a repetir errores del pasado, sobre todo la repetición de actos criminales y la formación de nuevos grupos al margen de la ley.

“El gran avance de la paz es que las multinacionales podrán ser juzgadas”

Débora Barros, víctima de las autodefensas. El 18 de abril de 2004 un grupo de unos 150 paramilitares al mando de Arnulfo Sánchez González, alias ‘Pablo’, y José María Barros Ipuana, alias ‘Chema Bala’, irrumpieron en camperos y motos en varias rancherías de Bahía Portete, en la Alta Guajira. En esa incursión asesinaron a 12 wayuu y se llevaron a 33 más que nunca volvieron a aparecer. Ese día de abril, Débora Barros perdió gran parte de su familia y desde entonces se ha dedicado a buscar la verdad de los hechos. Para ella la firma del punto sobre víctimas del acuerdo de paz es un gran avance para lograr el final del conflicto armado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc. Ella fue una de las 10 víctimas que viajó a Cuba para esa parte de las conversaciones. Un apartado particular que Débora considera crucial es la justicia para los victimarios.
“No solamente van a ser juzgados los guerrilleros, sino también las mismas fuerzas militares y las empresas privadas que de alguna manera participaron en el conflicto”, indica la líder wayuu. En estos últimos actores tiene especial interés Barros, porque los considera culpables, en cierta medida, de la masacre de su pueblo. 2016 será un año trascendental para lograr un acuerdo, sin embargo cree que habrá un obstáculo importante: el plebiscito.
“Es necesario que las víctimas, la sociedad colombiana y todos los sectores podamos conocer todos los elementos del acuerdo para que se pueda dar la discusión en las regiones y se trabaje para lograr el consenso”, explica Barros. Entiende que no todos están contentos con los diálogos en el país y que así como hay personas interesadas en que haya un feliz término en las conversaciones, hay otros que no están de acuerdo y pondrán su empeño en que no se apruebe.Debido a su condición de víctima, Barros recalca la importancia de revisar lo pactado en La Habana. “El tema de justicia hay que leerlo bien porque de pronto hay cositas que las víctimas no vamos a entender. Toca revisarla con profundidad, sabemos que no habrá cárcel para todos, pero habrá un tipo de justicia para aquellos crímenes como genocidio en los que se van a pagar penas”, expresa.
A pesar de los avances en el proceso hay algo que todavía le cuesta y lo admite: perdonar. Dice que su pueblo escuchó a Jorge 40 y a Pablo escudarse tras la versión de que los miembros de la comunidad que fueron asesinados eran guerrilleros, “cuando en la Alta Guajira nunca ha existido eso”. “Ellos asesinaron a mi familia y a mi pueblo fue por intereses económicos, por el dominio de los puertos por donde podían traficar droga y contrabandear”, manifiesta con algo de molestia en la voz. Por último, la líder wayuu apunta que hay que hacer una distinción entre perdón y reconciliación. “Yo no perdono porque el dolor que yo tengo está ahí, pero puedo reconciliarme. Que yo diga que voy a perdonar a Jorge 40 o a Pablo y les voy a dar la mano, ¡jamás!, pero si puedo entender, escuchar y dialogar. No tengo odio, estoy tranquila porque de alguna forma hemos logrado un reconocimiento y hemos dado pasos importantes para acabar con el conflicto armado en Colombia”, explica.
“Le doy gracias a Dios porque tuve una segunda oportunidad de vida”

Edison Romero González, Exsoldado Profesional. Edison Romero González es un ex soldado profesional que, aunque ve muy difícil que en Colombia se pueda concretar la paz, asegura que hay que tener fe para que esta sea una realidad palpable. Para este excombatiente, el haberse enfrentado con la muerte mientras se encontraba en servicio activo, se convirtió en una segunda oportunidad de vida,  aunque le haya tocado empezar de nuevo.
Romero González nació en Ibagué, en Tolima, en el año de 1988. A los 18 cumplidos se puso  los cueros y las botas, y de camuflado y con el morral y las raciones, empezó a patrullar las selvas colombianas con el Batallón Rifles de Infantería Aerotransportada No 33. Estando en un desplazamiento de rutina  en las inmediaciones de la vereda Santo Domingo en Caucasia, a las 6 de la mañana del 24 de agosto de 2009, conoció uno de los peores rostros de la guerra. “Íbamos caminando normal y la verdad es que no me di cuenta cuando pisé la mina. Fue un impacto fuerte, quedé tirado en el piso, con mareo y un zumbido molesto en el oído.
Trate de pararme pero no pude y ahí fue que me di cuenta que había pisado una mina”, recordó Romero con detalle ese momento que le cambió la vida.  De acuerdo con su relato, dos horas después llegó el apoyo, momento en el que pudo ser trasladado hasta el Hospital de Montería. “Allí me atendieron, me hicieron la cirugía y me tocó empezar de cero. Perdí mi pierna izquierda, pero le doy gracias a Dios porque tuve una segunda  oportunidad de vida. Hay muchos que no han sobrevivido”, sentenció. Romero vive con su esposa y su pequeño de 5 años en el conjunto residencial Villa Olímpica en el municipio de Galapa. Vive de la pensión que le otorgó el Estado a través del Ejército.
“Veo difícil la paz en Colombia, pero hay que tener fe ¡Si hay paz todo mejora!”, exclamó.  Romero Gónzález le pide a los colombianos que oren mucho y con fe en esta fiesta de Año Nuevo  para que al fin se concrete la paz en Colombia. “Con la paz mejoraría la vida de los soldados, de los policías; de los infantes de marina, de toda la fuerza que ha estado al frente en los combates todos estos años”, señaló. Aunque ya no porte el uniforme del que siempre se sintió orgulloso, dijo sentirse feliz y agradecido con la vida  por el simple hecho de continuar en pie y con nuevos sueños por cumplir. “Aunque se vea difícil, sería muy chévere que mi hijo creciera en un país en paz”, agregó uno más de los jóvenes con los que la guerra se ha ensañado.
“Muchas de las víctimas queremos saber la verdad, no que nos den dinero”

José Antequera, víctima del exterminio de la UP. El 3 de marzo de 1989, José Antequera, líder del partido político Unión Patriótica, fue asesinado de 28 disparos. El crimen fue cometido en el aeropuerto El Dorado mientras esperaba un vuelo a Barranquilla, junto al político Ernesto Samper, que resultó herido. En algunas versiones, la vida del abogado barranquillero fue cegada porque se atrevió a denunciar el creciente fenómeno del paramilitarismo; en otra, contada por el lugarteniente del cartel de Medellín, John Jairo Velásquez Vásquez, alias ‘Popeye’, el líder de izquierda fue acribillado por orden de Pablo Escobar en la guerra que sostenía con las Farc.
Casi 27 años después del homicidio, su hijo, José Antequera Guzmán, asegura que no solo nadie les ha pedido perdón a él y a su familia por el crimen, sino que ni siquiera se ha clarificado quiénes fueron los autores del homicidio de su padre y del genocidio de la Unión Patriótica, en el que murieron más de 5.000 personas. Antequera hijo es abogado. Considera que para que este proceso de paz no falle como otros, es necesario que se respeten los acuerdos. “Lo que hay que hacer con las Farc es cumplir lo pactado. Los puntos que se han establecido son para evitar que las violaciones de los derechos humanos se repitan y que el conflicto se siga reproduciendo”, recalca el jurista. Considera que la reconciliación es más que una cuestión de darse la mano, “la verdadera reconciliación pasa por generar reformas que permitan a las personas tener otras formas de participación, que permitan a las comunidades ser escuchadas”. Para 2016, más que hacer predicciones, José Antequera asegura que se atienen a la promesa que se hizo en la mesa de La Habana de cumplir con un término de seis meses para la firma del acuerdo final. “Eso significa que entre el 23 de marzo y el 15 de julio debería estarse firmando”, puntualiza el joven de 31 años.
Explica que desde el punto de vista de las víctimas es urgente que se dé un pacto de terminación del conflicto que signifique un cese bilateral definitivo. “Esperamos que termine la situación de zozobra y de confrontaciones”, puntualiza. Sobre el punto de las víctimas, el último que se ha acordado, señala que “responde a un consenso nacional que pide que se construya un modelo basado en la verdad que contribuya a la no repetición”. Sin embargo no es un tema que esté exento de polémica. “La posición que más se ha planteado en los medios de comunicación es un supuesto reclamo de las víctimas de que los miembros de las Farc o incluso miembros del ejército vayan a la cárcel”, manifiesta el joven bogotano. Indica que la realidad, en el consenso, es que el encarcelamiento masivo de excombatientes no tiene ningún sentido, si primero no se construye un modelo que le apunte a la no repetición.
“Meter un montón de gente en las cárceles no garantiza la construcción del tejido social y la reparación, y que no necesariamente conduce a la verdad como lo hemos visto en muchos años. En el caso de los paramilitares se falló en el esclarecimiento y en la desarticulación de las estructuras criminales de poder que están detrás del paramilitarismo. En ese proceso de paz se sacrificó la verdad”, recuerda José Antequera Guzmán.

“Tengo mucha esperanza en que sí vamos hacer la paz”

Edinson Martínez Hoyos, exmilitar. A Edinson Alejandro Martínez Hoyos lo visitó la fatalidad cuando era apenas un infante de marina joven, con dos años y medio de experiencia. Eran las 10 de la noche, del 28 de agosto de 2004, cuando este joven  oriundo de San Estalisnao,  Bolívar, junto a sus compañeros del  Batallón Bafin de Corozal subían un cerro en pleno corazón  de los Montes de María y una ráfaga que restalló en la oscuridad  silenció los sonidos nocturnos del monte. Cuenta Martínez que una sacudida poderosa, como una especie de descarga eléctrica, lo lanzó contra el suelo. Una bala de  fusil lo había alcanzado en  una pierna, el impacto le rompió el hueso y al día siguiente, en las instalaciones del Hospital de Cartagena,  fue sometido a una cirugía, pero los galenos no pudieron salvarle la pierna.
Hoy a sus 32 años y con dos pequeños de 6 y 4 años, que se han convertido en la razón de ser de su vida, Martínez es un hombre lleno de esperanzas y pese a que sufrió en carne propia los estragos de la guerra, es un entusiasta de la paz y sueña con la reconciliación de los colombianos. “Colombia necesita la paz, ese es mi deseo par este año que viene, que se firmen los compromisos entre el gobierno y la guerrilla, para que se acaben tantas muertes, heridos y amputados”, indicó este excombatiente que pensaba hacer carrera militar en la marina. Antes de que la bala lo alcanzara en medio del sopor nocturno y que la guerra le arrebatara una de sus piernas, el infante de marina Martinez Hoyos estaba en camino de convertirse en soldado profesional. Aunque le falte una pierna eso no impide que le anote goles a la vida.
Martínez integra la Selección de fútbol Somos Colombia, en la que militan excombatientes en condición de discapacidad. Lleva varios años viviendo en el barrio Los Almendros, en el municipio de Soledad, y sobrevive con una pensión por invalidez que le paga la Marina. Sobre las negociaciones en la Habana, Cuba, entre el Gobierno Nacional y el grupo insurgente de las Farc, que busca una posible firma en 2016 de los acuerdos que permitirán acabar con un conflicto que lleva más de 50 años, Martínez opina que con el silencio de los fusiles y el termino de las hostilidades, el país ganaría en todos los frentes. “Con la paz se verían mucho más las oportunidades de empleo, crecería el comercio, en el campo se sembraría mucho más y se acabaría tanta muerte y violencia”. Para el ex infante de marina, esta es una oportunidad de que sus hijos y todas las nuevas generaciones de colombianos crezcan y se desarrollen en un país distinto.
“Mi deseo para fin de año es ese, que se dé la paz en mi  país y la verdad es que tengo mucha esperanza en que sí vamos hacer la paz”. Para Martínez, aquella horrible noche en que fue alcanzado por una bala, que terminó por arrebatarle uno de sus miembros inferiores, ya cesó.  Ahora de su corazón brotan palabras como: paz, reconciliación; fin de la violencia y esperanza. “Como excombatiente que soy puedo decir que en mi vida no tengo rencores, ni vivo en el pasado. Que mejor que una Colombia sin soldados amputados ni heridos ni muertos por la guerra”, concluyó.
“Es el momento de pasar la página y avanzar en la implementación de los acuerdos”

Yesid arteta, Exguerrillero de las Farc. Yesid arteta nació en Barranquilla. Luego de varios años como estudiante de leyes en las universidades Libre y Atlántico, en donde se convirtió en dirigente estudiantil, en el despunte de la década de los 80, ingresó a las filas de las Farc por convicción. Durante 13 años estuvo internado en la espesa manigua y entre los mosquitos, el paludismo  y las dificultades de la vida clandestina, luchó por unos ideales que consideraba justos. En el suroccidente del Cauca comandó a las Farc y actuó con mandos del M-19, EPL y ELN en el suroccidente del país, hasta que en medio de un combate con las Fuerzas Especiales del Ejército durante la Operación “Conquista II” resultó herido y fue capturado. Recibió condena por el delito de rebelión agravada y pasó de la lucha armada entre la selva a una prisión de alta seguridad.
Recuperó su libertad una década después y en ese mismo momento anunció el abandono de la lucha armada. Atrás habían quedado sus épocas de estudiante rebelde y jugador destacado de baloncesto. Con unas nuevas convicciones se fue del país llevándose en el alma los recuerdos de su popular y entrañable barrio El Carmen. Atrás quedaron los años de presidio, las persecuciones y la violencia. Los fusiles y las balas fueron reemplazados por la poesía y las letras y en su corazón floreció un nuevo compromiso que anunció públicamente. Ahora sus objetivos están centrados en la paz y la reconciliación de Colombia.
En marzo de 2007 abandonó el país para vincularse a  al equipo de trabajo de Vicenç Fisas, director de la Escola de Cultura de Pau de la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde Europa asesora a personas involucradas en la búsqueda de la paz y el fin de un conflicto armado que le dejó algunas cicatrices en el cuerpo y el alma. En la actualidad escribe para la revista Semana y otros portales alternativos y prepara un texto autobiográfico sobre esos aciagos años  de combate y militancia guerrillera. Sobre el desarrollo de las negociaciones en la Habana, asegura que el Estado colombiano tiene unas asignaturas pendientes y la paz es una oportunidad de quitar la violencia del ejercicio de la política. “Es un chance para que el país pueda conseguir su normalidad, detener el desangre humano y recuperar enormes recursos que hoy son destinados para la guerra y el exterminio.
La normalización puede reflejarse en crecimiento económico”, señaló. Como integrante de la plataforma llamada “Colombia en Pau”, que desde Cataluña apoya a las negociaciones de paz, afirmó  que este es el momento para lograr un acuerdo con todo el arco político del país para pasar página y avanzar en la implementación de los acuerdos. “Son muchas las amenazas criminales que se ciernen sobre Colombia y si se pierde esta oportunidad podemos imaginar a un país acorralado por una violencia extendida e indefinida en clave territorial y temporal. Si no hay acuerdo ahora, lo democracia plena y el ejercicio de los derechos será una entelequia”, dijo. De acuerdo con Arteta, la tregua unilateral de las Farc y el acuerdo logrado por las partes en La Habana en materia de justicia fueron aplaudidos de forma unánime por todos los partidos que gobiernan en Europa. “El éxito de un proceso de paz lo determina el hecho de que nunca, nadie más tenga razones para volver a las armas”.
“Lo mejor que le puede pasar a Colombia es que se firme la paz en el nuevo año”

Fredy alberto Espinosa, Exsoldado Regular . Fredy alberto Espinosa nació en Maguangué, en el departamento de Bolívar, en 1983. Cuando cumplió la mayoría de edad, se enlistó en el Ejército y juró bandera en el Batallón Vergara y Velasco de Malambo, como un sueño cumplido. “A mí siempre me gustó el Ejército y por eso estaba orgulloso de mi uniforme”, recordó. El 1 de septiembre de 2004, siendo ya un soldado profesional, a las 12:30 del medio día, lo que era un simple desplazamiento de rutina, se trastocó en pesadilla cuando pisó una mina antipersonas. En ese momento hacía parte del Batallón de contra guerrilla No 66, de la Fuerza de Tarea conjunta Omega.  “Eso pasa rápido, estábamos en un desplazamiento en el corregimiento de Balsillas en el Caquetá y lo que sentí fue le explosión y después me vi fue en un helicóptero.
Me trasladaron al hospital de Neiva y ahí estuve tres días y después me llevaron al Hospital militar de Bogotá”, relató. La mina le amputó de tajo el pie izquierdo y en la cirugía los galenos tuvieron que ir más lejos y amputar casi al pegue de la rodilla. Hoy a sus 33 años y  con la responsabilidad de tres hijos y otro que viene en camino tiene la firme convicción de que con la consecución de la paz, terminarán las mutilaciones de los uniformados y campesinos víctimas de esta tristemente celebre estrategia de combate. “Esto ha afectado a muchas familias en el país. Tengo varios compañeros que han sufrido esta pesadilla y es hora de que eso termine”. señaló. Espinosa envió un mensaje de paz y reconciliación a todos los colombianos que en este momento continúan inmersos en el descorazonado azar de la guerra.“Para este año nuevo lo mejor que le puede pasar a Colombia es que termine la guerra porque ya los colombianos hemos sufrido mucho. Pido por los compañeros que están en el área para que nada les pase y que pronto puedan estar con sus familias”, apuntó este excombatiente que hoy apuesta por  la paz. Sobre las negociaciones en la Habana aseguró, que lo mejor es que se firme la paz, pero ambas partes se comprometan a respetar los acuerdos.
“También es importante que se reparen a todas las víctimas, que no quede nadie por fuera y que no se presentan preferencias por nadie, sino que  los que necesitan de verdad de la reparación les llegue”. Espinosa recibe una pensión  por invalidez que le paga puntualmente el Ejército Nacional.  Algunas veces, para conseguir un dinero extra realiza ‘marañas’ esporádicas con uno de sus hermanos. Hoy con su esposa y sus hijos comparten un techo en una vieja casa en el populoso barrio Evaristo Sourdis en Barranquilla. “Creo que muy poca gente es la que no sueña con un país en paz.  Ese es mi deseo  para el 2016. Que este año nuevo Colombia por fin cambie y se acabe tanto plomo en el monte”.  Freddy Espinosa también integra el equipo de fútbol Somos Colombia. Haberse convertido en una persona con discapacidad,  no le ha impedido para nada anotarle goles a la vida y hacerle un túnel limpio y de lujo, a una guerra que si bien le arrebató una pierna, nunca pudo arrancarle los sueños.
“Una firma no da la reconciliación, esa debemos construirla toda la sociedad”

Carlos Velandia, exdirigente del ELN. En otra vida Carlos Velandia se llamaba ‘Felipe Torres’, en esa en la que hacía parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN), del que llegó a participar en la dirección nacional. En 1994 fue capturado, torturado y luego condenado a 20 años de cárcel. Mientras estuvo privado de la libertad, su hermano menor, exsuboficial del ejército, fue secuestrado en Barranquilla en 1997. Este hecho marca la vida del  antiguo ‘eleno’: Torres, el victimario,  y Velandia, la víctima. En 2004 salió por buen comportamiento, trabajó y estudió, pero tuvo que exiliarse en España, de donde regresó en 2011 porque vio una oportunidad de paz en gestación. Como alguien que ha vivido en ambos lados del conflicto, considera que el Gobierno y las Farc están a punto de dar un paso histórico, sin embargo siente que al proceso no hay que ponerle fechas límites, sino que adelantarse con persistencia y paciencia. “Para un conflicto tan prolongado como el colombiano, se está haciendo en tiempo récord.
Por eso no hay que apresurarlo porque terminamos haciendo mal las cosas”, explica el santandereano desde Bogotá. Analiza que la sociedad colombiana debe ir trabajando en el posconflicto y que la clave para que funcione será la reconciliación, pero no la que salga del acuerdo de paz sino la que se construya con todos los actores del conflicto. “La reconciliación de una sociedad no se decreta — afirma — es algo que construye la sociedad en un proceso”. Velandia admite que esta transformación del pensamiento tiene que ir acompañada por otros elementos: “que deben recibir condenas quienes cometieron delitos graves, debe haber un resarcimiento y reparación, y sobre todo debe quedar una garantía de no repetición, además debe haber un compromiso de que la política jamás vuelva a unirse a la violencia”. Parte fundamental de que Colombia logre la paz y los guerrilleros que se desmovilicen no vuelvan a delinquir va a pasar por la aceptación de la sociedad, “pero en gran medida va a ser una responsabilidad del Estado, de la institucionalidad que tendrá que hacer esfuerzos para promover el entendimiento entre todas las partes”.
El punto principal par Velandia será la integración económica, para que los excombatientes “no sean fácilmente reciclados en los fenómenos de violencia que aún continúan en el país ni entren a formar parte de estructuras de grupos al margen de la ley”. La clave para evitar que muchos desmovilizados terminen como exparamilitares que conformaron Bacrines luego de entregar las armas, “pasa por generarles una malla de oportunidades de trabajo para que puedan ganarse la vida dignamente y no piensen en volver a empuñar un arma”, aseguró el antiguo líder del ELN. Para el 2016 augura que el proceso será llevado a buen puerto, “porque es lo que Colombia necesita para empezar a reconstruirse” y aguarda por un acercamiento con el ELN. “Antes de que se produzca un acuerdo con las Farc, es probable que comiencen un proceso con el ELN. Son conversaciones diferentes pero en últimas son complementarias en la búsqueda de un gran objetivo: la paz”.