Siete actores del conflicto
ven en 2016 un año de reconciliación
CARLOS POLO Y ÁLVARO PIÓN
SALAS
EL HERALDO habló con excombatientes,
exguerrilleros y víctimas de la guerra para que contaran sus expectativas sobre
el proceso de La Habana el próximo año.
Siete
miradas, siete formas de ver el conflicto en Colombia y una sola salida: la
firma del acuerdo de paz.
EL
HERALDO contactó a siete actores de la guerra en el país (exguerrilleros,
exmilitares y víctimas) para que contaran sus expectativas sobre el proceso que
se adelanta en La Habana y cómo ven 2016, un año que ha sido denominado “clave”
por el presidente Juan Manuel Santos, para lograr un acuerdo definitivo que
termine con más de medio siglo de disputas.
La voz de
los consultados es unánime: luego de que fuera aprobado el punto de las
víctimas, uno de los más importantes, esperan que el proceso continúe y que a
mediados de 2016 haya una firma final.
Precisamente,
el presidente aseguró que para antes del 23 de marzo es posible ponerle la
rúbrica al acuerdo. Sin embargo, las personas consultadas son cautas y
prefieren que las conversaciones se tomen el tiempo que sea necesario para que
antes de julio quede finiquitado.
Las
víctimas afirman que lo más importante es que se sepa la verdad de lo que
sucedió, dónde están sus familiares desaparecidos y quiénes son los culpables,
entre otras preguntas que esperan respuesta.
Sobre la
reconciliación, aseguran que la firma del acuerdo no va a causar un cambio
inmediato en el pensamiento y el comportamiento de los colombianos, sino que es
algo que se debe dar paulatinamente y en el que deben participar todos los estamentos
para evitar que se vuelvan a repetir errores del pasado, sobre todo la
repetición de actos criminales y la formación de nuevos grupos al margen de la
ley.
Débora
Barros, víctima de las autodefensas. El 18 de abril de 2004 un grupo de unos
150 paramilitares al mando de Arnulfo Sánchez González, alias ‘Pablo’, y José
María Barros Ipuana, alias ‘Chema Bala’, irrumpieron en camperos y motos en
varias rancherías de Bahía Portete, en la Alta Guajira. En esa incursión
asesinaron a 12 wayuu y se llevaron a 33 más que nunca volvieron a aparecer.
Ese día de abril, Débora Barros perdió gran parte de su familia y desde
entonces se ha dedicado a buscar la verdad de los hechos. Para ella la firma
del punto sobre víctimas del acuerdo de paz es un gran avance para lograr el
final del conflicto armado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia,
Farc. Ella fue una de las 10 víctimas que viajó a Cuba para esa parte de las
conversaciones. Un apartado particular que Débora considera crucial es la
justicia para los victimarios.
“No
solamente van a ser juzgados los guerrilleros, sino también las mismas fuerzas
militares y las empresas privadas que de alguna manera participaron en el
conflicto”, indica la líder wayuu. En estos últimos actores tiene especial
interés Barros, porque los considera culpables, en cierta medida, de la masacre
de su pueblo. 2016 será un año trascendental para lograr un acuerdo, sin
embargo cree que habrá un obstáculo importante: el plebiscito.
“Es
necesario que las víctimas, la sociedad colombiana y todos los sectores podamos
conocer todos los elementos del acuerdo para que se pueda dar la discusión en
las regiones y se trabaje para lograr el consenso”, explica Barros. Entiende
que no todos están contentos con los diálogos en el país y que así como hay
personas interesadas en que haya un feliz término en las conversaciones, hay
otros que no están de acuerdo y pondrán su empeño en que no se apruebe.Debido a
su condición de víctima, Barros recalca la importancia de revisar lo pactado en
La Habana. “El tema de justicia hay que leerlo bien porque de pronto hay
cositas que las víctimas no vamos a entender. Toca revisarla con profundidad,
sabemos que no habrá cárcel para todos, pero habrá un tipo de justicia para
aquellos crímenes como genocidio en los que se van a pagar penas”, expresa.
A pesar
de los avances en el proceso hay algo que todavía le cuesta y lo admite:
perdonar. Dice que su pueblo escuchó a Jorge 40 y a Pablo escudarse tras la
versión de que los miembros de la comunidad que fueron asesinados eran
guerrilleros, “cuando en la Alta Guajira nunca ha existido eso”. “Ellos
asesinaron a mi familia y a mi pueblo fue por intereses económicos, por el
dominio de los puertos por donde podían traficar droga y contrabandear”,
manifiesta con algo de molestia en la voz. Por último, la líder wayuu apunta
que hay que hacer una distinción entre perdón y reconciliación. “Yo no perdono
porque el dolor que yo tengo está ahí, pero puedo reconciliarme. Que yo diga
que voy a perdonar a Jorge 40 o a Pablo y les voy a dar la mano, ¡jamás!, pero
si puedo entender, escuchar y dialogar. No tengo odio, estoy tranquila porque
de alguna forma hemos logrado un reconocimiento y hemos dado pasos importantes
para acabar con el conflicto armado en Colombia”, explica.
Edison Romero
González, Exsoldado Profesional. Edison Romero González es un ex soldado
profesional que, aunque ve muy difícil que en Colombia se pueda concretar la
paz, asegura que hay que tener fe para que esta sea una realidad palpable. Para
este excombatiente, el haberse enfrentado con la muerte mientras se encontraba
en servicio activo, se convirtió en una segunda oportunidad de vida,
aunque le haya tocado empezar de nuevo.
Romero
González nació en Ibagué, en Tolima, en el año de 1988. A los 18 cumplidos se
puso los cueros y las botas, y de camuflado y con el morral y las
raciones, empezó a patrullar las selvas colombianas con el Batallón Rifles de
Infantería Aerotransportada No 33. Estando en un desplazamiento de rutina
en las inmediaciones de la vereda Santo Domingo en Caucasia, a las 6 de la
mañana del 24 de agosto de 2009, conoció uno de los peores rostros de la
guerra. “Íbamos caminando normal y la verdad es que no me di cuenta cuando pisé
la mina. Fue un impacto fuerte, quedé tirado en el piso, con mareo y un zumbido
molesto en el oído.
Trate de
pararme pero no pude y ahí fue que me di cuenta que había pisado una mina”,
recordó Romero con detalle ese momento que le cambió la vida. De acuerdo
con su relato, dos horas después llegó el apoyo, momento en el que pudo ser
trasladado hasta el Hospital de Montería. “Allí me atendieron, me hicieron la
cirugía y me tocó empezar de cero. Perdí mi pierna izquierda, pero le doy
gracias a Dios porque tuve una segunda oportunidad de vida. Hay muchos
que no han sobrevivido”, sentenció. Romero vive con su esposa y su pequeño de 5
años en el conjunto residencial Villa Olímpica en el municipio de Galapa. Vive
de la pensión que le otorgó el Estado a través del Ejército.
“Veo
difícil la paz en Colombia, pero hay que tener fe ¡Si hay paz todo mejora!”,
exclamó. Romero Gónzález le pide a los colombianos que oren mucho y con
fe en esta fiesta de Año Nuevo para que al fin se concrete la paz en
Colombia. “Con la paz mejoraría la vida de los soldados, de los policías; de
los infantes de marina, de toda la fuerza que ha estado al frente en los
combates todos estos años”, señaló. Aunque ya no porte el uniforme del que
siempre se sintió orgulloso, dijo sentirse feliz y agradecido con la vida
por el simple hecho de continuar en pie y con nuevos sueños por cumplir. “Aunque
se vea difícil, sería muy chévere que mi hijo creciera en un país en paz”,
agregó uno más de los jóvenes con los que la guerra se ha ensañado.
José
Antequera, víctima del exterminio de la UP. El 3 de marzo de 1989, José
Antequera, líder del partido político Unión Patriótica, fue asesinado de 28
disparos. El crimen fue cometido en el aeropuerto El Dorado mientras esperaba
un vuelo a Barranquilla, junto al político Ernesto Samper, que resultó herido.
En algunas versiones, la vida del abogado barranquillero fue cegada porque se
atrevió a denunciar el creciente fenómeno del paramilitarismo; en otra, contada
por el lugarteniente del cartel de Medellín, John Jairo Velásquez Vásquez,
alias ‘Popeye’, el líder de izquierda fue acribillado por orden de Pablo
Escobar en la guerra que sostenía con las Farc.
Casi 27
años después del homicidio, su hijo, José Antequera Guzmán, asegura que no solo
nadie les ha pedido perdón a él y a su familia por el crimen, sino que ni
siquiera se ha clarificado quiénes fueron los autores del homicidio de su padre
y del genocidio de la Unión Patriótica, en el que murieron más de 5.000
personas. Antequera hijo es abogado. Considera que para que este proceso de paz
no falle como otros, es necesario que se respeten los acuerdos. “Lo que hay que
hacer con las Farc es cumplir lo pactado. Los puntos que se han establecido son
para evitar que las violaciones de los derechos humanos se repitan y que el
conflicto se siga reproduciendo”, recalca el jurista. Considera que la
reconciliación es más que una cuestión de darse la mano, “la verdadera
reconciliación pasa por generar reformas que permitan a las personas tener
otras formas de participación, que permitan a las comunidades ser escuchadas”.
Para 2016, más que hacer predicciones, José Antequera asegura que se atienen a
la promesa que se hizo en la mesa de La Habana de cumplir con un término de
seis meses para la firma del acuerdo final. “Eso significa que entre el 23 de
marzo y el 15 de julio debería estarse firmando”, puntualiza el joven de 31
años.
Explica
que desde el punto de vista de las víctimas es urgente que se dé un pacto de
terminación del conflicto que signifique un cese bilateral definitivo.
“Esperamos que termine la situación de zozobra y de confrontaciones”,
puntualiza. Sobre el punto de las víctimas, el último que se ha acordado,
señala que “responde a un consenso nacional que pide que se construya un modelo
basado en la verdad que contribuya a la no repetición”. Sin embargo no es un
tema que esté exento de polémica. “La posición que más se ha planteado en los
medios de comunicación es un supuesto reclamo de las víctimas de que los
miembros de las Farc o incluso miembros del ejército vayan a la cárcel”,
manifiesta el joven bogotano. Indica que la realidad, en el consenso, es que el
encarcelamiento masivo de excombatientes no tiene ningún sentido, si primero no
se construye un modelo que le apunte a la no repetición.
“Meter un
montón de gente en las cárceles no garantiza la construcción del tejido social
y la reparación, y que no necesariamente conduce a la verdad como lo hemos
visto en muchos años. En el caso de los paramilitares se falló en el
esclarecimiento y en la desarticulación de las estructuras criminales de poder
que están detrás del paramilitarismo. En ese proceso de paz se sacrificó la
verdad”, recuerda José Antequera Guzmán.
Edinson
Martínez Hoyos, exmilitar. A Edinson Alejandro Martínez Hoyos lo visitó la
fatalidad cuando era apenas un infante de marina joven, con dos años y medio de
experiencia. Eran las 10 de la noche, del 28 de agosto de 2004, cuando este
joven oriundo de San Estalisnao, Bolívar, junto a sus compañeros
del Batallón Bafin de Corozal subían un cerro en pleno corazón de
los Montes de María y una ráfaga que restalló en la oscuridad silenció
los sonidos nocturnos del monte. Cuenta Martínez que una sacudida poderosa,
como una especie de descarga eléctrica, lo lanzó contra el suelo. Una bala
de fusil lo había alcanzado en una pierna, el impacto le rompió el
hueso y al día siguiente, en las instalaciones del Hospital de Cartagena,
fue sometido a una cirugía, pero los galenos no pudieron salvarle la pierna.
Hoy a sus
32 años y con dos pequeños de 6 y 4 años, que se han convertido en la razón de
ser de su vida, Martínez es un hombre lleno de esperanzas y pese a que sufrió
en carne propia los estragos de la guerra, es un entusiasta de la paz y sueña
con la reconciliación de los colombianos. “Colombia necesita la paz, ese es mi
deseo par este año que viene, que se firmen los compromisos entre el gobierno y
la guerrilla, para que se acaben tantas muertes, heridos y amputados”, indicó este
excombatiente que pensaba hacer carrera militar en la marina. Antes de que la
bala lo alcanzara en medio del sopor nocturno y que la guerra le arrebatara una
de sus piernas, el infante de marina Martinez Hoyos estaba en camino de
convertirse en soldado profesional. Aunque le falte una pierna eso no impide
que le anote goles a la vida.
Martínez
integra la Selección de fútbol Somos Colombia, en la que militan excombatientes
en condición de discapacidad. Lleva varios años viviendo en el barrio Los
Almendros, en el municipio de Soledad, y sobrevive con una pensión por
invalidez que le paga la Marina. Sobre las negociaciones en la Habana, Cuba,
entre el Gobierno Nacional y el grupo insurgente de las Farc, que busca una
posible firma en 2016 de los acuerdos que permitirán acabar con un conflicto
que lleva más de 50 años, Martínez opina que con el silencio de los fusiles y
el termino de las hostilidades, el país ganaría en todos los frentes. “Con la
paz se verían mucho más las oportunidades de empleo, crecería el comercio, en
el campo se sembraría mucho más y se acabaría tanta muerte y violencia”. Para
el ex infante de marina, esta es una oportunidad de que sus hijos y todas las
nuevas generaciones de colombianos crezcan y se desarrollen en un país
distinto.
“Mi deseo
para fin de año es ese, que se dé la paz en mi país y la verdad es que
tengo mucha esperanza en que sí vamos hacer la paz”. Para Martínez, aquella
horrible noche en que fue alcanzado por una bala, que terminó por arrebatarle
uno de sus miembros inferiores, ya cesó. Ahora de su corazón brotan
palabras como: paz, reconciliación; fin de la violencia y esperanza. “Como
excombatiente que soy puedo decir que en mi vida no tengo rencores, ni vivo en
el pasado. Que mejor que una Colombia sin soldados amputados ni heridos ni
muertos por la guerra”, concluyó.
Yesid
arteta, Exguerrillero de las Farc. Yesid arteta nació en
Barranquilla. Luego de varios años como estudiante de leyes en las
universidades Libre y Atlántico, en donde se convirtió en dirigente
estudiantil, en el despunte de la década de los 80, ingresó a las filas de las
Farc por convicción. Durante 13 años estuvo internado en la espesa manigua y
entre los mosquitos, el paludismo y las dificultades de la vida
clandestina, luchó por unos ideales que consideraba justos. En el suroccidente
del Cauca comandó a las Farc y actuó con mandos del M-19, EPL y ELN en el
suroccidente del país, hasta que en medio de un combate con las Fuerzas
Especiales del Ejército durante la Operación “Conquista II” resultó herido y
fue capturado. Recibió condena por el delito de rebelión agravada y pasó de la
lucha armada entre la selva a una prisión de alta seguridad.
Recuperó
su libertad una década después y en ese mismo momento anunció el abandono de la
lucha armada. Atrás habían quedado sus épocas de estudiante rebelde y jugador
destacado de baloncesto. Con unas nuevas convicciones se fue del país
llevándose en el alma los recuerdos de su popular y entrañable barrio El
Carmen. Atrás quedaron los años de presidio, las persecuciones y la violencia.
Los fusiles y las balas fueron reemplazados por la poesía y las letras y en su
corazón floreció un nuevo compromiso que anunció públicamente. Ahora sus
objetivos están centrados en la paz y la reconciliación de Colombia.
La
normalización puede reflejarse en crecimiento económico”, señaló. Como
integrante de la plataforma llamada “Colombia en Pau”, que desde Cataluña apoya
a las negociaciones de paz, afirmó que este es el momento para lograr un
acuerdo con todo el arco político del país para pasar página y avanzar en la
implementación de los acuerdos. “Son muchas las amenazas criminales que se
ciernen sobre Colombia y si se pierde esta oportunidad podemos imaginar a un país
acorralado por una violencia extendida e indefinida en clave territorial y
temporal. Si no hay acuerdo ahora, lo democracia plena y el ejercicio de los
derechos será una entelequia”, dijo. De acuerdo con Arteta, la tregua
unilateral de las Farc y el acuerdo logrado por las partes en La Habana en
materia de justicia fueron aplaudidos de forma unánime por todos los partidos
que gobiernan en Europa. “El éxito de un proceso de paz lo determina el hecho
de que nunca, nadie más tenga razones para volver a las armas”.
Fredy
alberto Espinosa, Exsoldado Regular . Fredy alberto Espinosa nació en
Maguangué, en el departamento de Bolívar, en 1983. Cuando cumplió la mayoría de
edad, se enlistó en el Ejército y juró bandera en el Batallón Vergara y Velasco
de Malambo, como un sueño cumplido. “A mí siempre me gustó el Ejército y por
eso estaba orgulloso de mi uniforme”, recordó. El 1 de septiembre de 2004,
siendo ya un soldado profesional, a las 12:30 del medio día, lo que era un
simple desplazamiento de rutina, se trastocó en pesadilla cuando pisó una mina
antipersonas. En ese momento hacía parte del Batallón de contra guerrilla No
66, de la Fuerza de Tarea conjunta Omega. “Eso pasa rápido, estábamos en
un desplazamiento en el corregimiento de Balsillas en el Caquetá y lo que sentí
fue le explosión y después me vi fue en un helicóptero.
Me
trasladaron al hospital de Neiva y ahí estuve tres días y después me llevaron
al Hospital militar de Bogotá”, relató. La mina le amputó de tajo el pie
izquierdo y en la cirugía los galenos tuvieron que ir más lejos y amputar casi
al pegue de la rodilla. Hoy a sus 33 años y con la responsabilidad de
tres hijos y otro que viene en camino tiene la firme convicción de que con la
consecución de la paz, terminarán las mutilaciones de los uniformados y
campesinos víctimas de esta tristemente celebre estrategia de combate. “Esto ha
afectado a muchas familias en el país. Tengo varios compañeros que han sufrido
esta pesadilla y es hora de que eso termine”. señaló. Espinosa envió un mensaje
de paz y reconciliación a todos los colombianos que en este momento continúan
inmersos en el descorazonado azar de la guerra.“Para este año nuevo lo mejor
que le puede pasar a Colombia es que termine la guerra porque ya los
colombianos hemos sufrido mucho. Pido por los compañeros que están en el área
para que nada les pase y que pronto puedan estar con sus familias”, apuntó este
excombatiente que hoy apuesta por la paz. Sobre las negociaciones en la
Habana aseguró, que lo mejor es que se firme la paz, pero ambas partes se
comprometan a respetar los acuerdos.
“También
es importante que se reparen a todas las víctimas, que no quede nadie por fuera
y que no se presentan preferencias por nadie, sino que los que necesitan
de verdad de la reparación les llegue”. Espinosa recibe una pensión por
invalidez que le paga puntualmente el Ejército Nacional. Algunas veces,
para conseguir un dinero extra realiza ‘marañas’ esporádicas con uno de sus
hermanos. Hoy con su esposa y sus hijos comparten un techo en una vieja casa en
el populoso barrio Evaristo Sourdis en Barranquilla. “Creo que muy poca gente
es la que no sueña con un país en paz. Ese es mi deseo para el
2016. Que este año nuevo Colombia por fin cambie y se acabe tanto plomo en el
monte”. Freddy Espinosa también integra el equipo de fútbol Somos
Colombia. Haberse convertido en una persona con discapacidad, no le ha
impedido para nada anotarle goles a la vida y hacerle un túnel limpio y de
lujo, a una guerra que si bien le arrebató una pierna, nunca pudo arrancarle
los sueños.
Carlos
Velandia, exdirigente del ELN. En otra vida Carlos Velandia se llamaba ‘Felipe
Torres’, en esa en la que hacía parte del Ejército de Liberación Nacional
(ELN), del que llegó a participar en la dirección nacional. En 1994 fue
capturado, torturado y luego condenado a 20 años de cárcel. Mientras estuvo
privado de la libertad, su hermano menor, exsuboficial del ejército, fue
secuestrado en Barranquilla en 1997. Este hecho marca la vida del antiguo
‘eleno’: Torres, el victimario, y Velandia, la víctima. En 2004 salió por
buen comportamiento, trabajó y estudió, pero tuvo que exiliarse en España, de
donde regresó en 2011 porque vio una oportunidad de paz en gestación. Como
alguien que ha vivido en ambos lados del conflicto, considera que el Gobierno y
las Farc están a punto de dar un paso histórico, sin embargo siente que al
proceso no hay que ponerle fechas límites, sino que adelantarse con
persistencia y paciencia. “Para un conflicto tan prolongado como el colombiano,
se está haciendo en tiempo récord.
Por eso
no hay que apresurarlo porque terminamos haciendo mal las cosas”, explica el
santandereano desde Bogotá. Analiza que la sociedad colombiana debe ir
trabajando en el posconflicto y que la clave para que funcione será la
reconciliación, pero no la que salga del acuerdo de paz sino la que se
construya con todos los actores del conflicto. “La reconciliación de una
sociedad no se decreta — afirma — es algo que construye la sociedad en un
proceso”. Velandia admite que esta transformación del pensamiento tiene que ir
acompañada por otros elementos: “que deben recibir condenas quienes cometieron
delitos graves, debe haber un resarcimiento y reparación, y sobre todo debe
quedar una garantía de no repetición, además debe haber un compromiso de que la
política jamás vuelva a unirse a la violencia”. Parte fundamental de que
Colombia logre la paz y los guerrilleros que se desmovilicen no vuelvan a
delinquir va a pasar por la aceptación de la sociedad, “pero en gran medida va
a ser una responsabilidad del Estado, de la institucionalidad que tendrá que
hacer esfuerzos para promover el entendimiento entre todas las partes”.
El punto
principal par Velandia será la integración económica, para que los
excombatientes “no sean fácilmente reciclados en los fenómenos de violencia que
aún continúan en el país ni entren a formar parte de estructuras de grupos al
margen de la ley”. La clave para evitar que muchos desmovilizados terminen como
exparamilitares que conformaron Bacrines luego de entregar las armas, “pasa por
generarles una malla de oportunidades de trabajo para que puedan ganarse la
vida dignamente y no piensen en volver a empuñar un arma”, aseguró el antiguo
líder del ELN. Para el 2016 augura que el proceso será llevado a buen puerto,
“porque es lo que Colombia necesita para empezar a reconstruirse” y aguarda por
un acercamiento con el ELN. “Antes de que se produzca un acuerdo con las Farc,
es probable que comiencen un proceso con el ELN. Son conversaciones diferentes
pero en últimas son complementarias en la búsqueda de un gran objetivo: la
paz”.