Unidad, paz y democracia
Son tres
magnas tareas que serán decisivas para sacar al país de la guerra y ponerlo en
el sitial donde la justicia social sea sinónimo de bien-estar y bien-ser.
Foto: SEMANA
Cada día trae su afán, reza el adagio
popular, y suelen repetirlo las personas en referencia a las tareas del momento
y las prisas por realizarlas. De igual manera podríamos decir de las tareas de
un Estado, un país o una sociedad; obviamente que son muchas, pero no todas
tienen la misma urgencia y valor, por lo requieren ser jerarquizadas para su
desarrollo, tomando en cuenta las necesidades del momento, de la época y de su
trascendencia para las gentes, para el país, así como el impacto de éstas en la
región y el mundo.
No tengo duda alguna que las tareas de
Colombia y sus gentes, hoy - presente, mañana – futuro inmediato y mediato, son
la unidad, la paz y la democracia; tres magnas tareas que debemos realizar de
manera mancomunada el gobierno, la institucionalidad y los ciudadanos, cada
cual desde su lugar y competencias pero todos, sin exclusión tendremos que
estar en esta obra colectiva, que será decisiva para sacar al país de la guerra
y ponerlo en el sitial donde la justicia social sea sinónimo de bien-estar y
bien-ser, donde la violencia quede proscrita de la acción política y sea sólo
el recuerdo de una larga pesadilla, de la que tardamos cincuenta años para
despertar:
Hablar de unidad es entender la
comunión de los vastos sectores sociales en que se compone nuestra sociedad,
alrededor de causas y propósitos comunes, que a su vez contribuyan en la
construcción siempre aplazada de la Nación. Y no hay propósitos o causas
mayores para los colombianos que los de los bienes supremos de la paz y la
democracia, es decir, el signo de este tiempo, no es otro que el de la unidad.
La paz que debemos los colombianos
conquistar y construir, no es otra que la resultante de la indisoluble relación
entre final del conflicto armado y la justicia social. Es decir entre los
acuerdos de punto final al alzamiento en armas por parte de las guerrillas
revolucionarias y la implementación de reformas y transformaciones políticas,
económicas y sociales; demandadas y construidas entre todos los colombianos,
sin excepción, para una sociedad de justicia, equidad y bienestar.
Resulta necesario insistir que los
acuerdos de paz y la construcción de los escenarios y procesos de reformas y
transformaciones, se darán en tiempos diferentes pero relacionados; el primero
es decisivo para desencadenar las fuerzas que hagan posible abordar el segundo,
es decir, el final del conflicto armado pondrá a la sociedad entera en el
partidor, para encarar sin intermediaciones, sin presiones, sin cooptaciones y
sin excusas; las tareas de la justicia social. En síntesis: el conflicto armado
es de las partes Estado – Insurgencias, pero el posconflicto es de la sociedad,
sin armas, sin violencia.
Hasta aquí van bien las cosas, pero
aquí mismo es donde “la puerca torció el rabo”, se dice en Santander, porque la
construcción de la paz requiere de la democracia, dado que su estrechez y su
ausencia han sido fuente y causa del alzamiento y la violencia. Por ello, en
buena hora y luego de profundas discusiones en la Mesa de La Habana y en el
Foro Nacional sobre Participación Política; el Gobierno Nacional y la guerrilla
de las FARC-EP, construyeron un importantísimo acuerdo en el punto dos de la
Agenda, que en el fondo modifica el statu-quo de la democracia: estrecha,
recortada, restrictiva, excluyente, o imperfecta como comúnmente se le suele
llamar, y vigente a lo largo de nuestra vida republicana; para derribar
sus muros y correr sus fronteras para incluir a comunidades, a sectores y
movimientos sociales y políticos así como a territorios, por siempre
excluidos y/o impactados profundamente por la guerra.
La democracia, se convierte hoy en la
propuesta, el método, y el escenario, en el que debemos de “arar con los bueyes
que tenemos”, para transformar la sociedad, lo que implicará que nos pongamos
de acuerdo en las herramientas a utilizar, entre ellas el mecanismo que la Mesa
de La Habana, y muy pronto la mesa con los elenos, acuerden para refrendar los
acuerdos de final de la guerra en Colombia; y el de la Asamblea Nacional
Constituyente, que deberá ser convocada como resultado de un Gran Pacto
Político Nacional entre todas las fuerzas política y sociales de que está hecha
y representada la sociedad, pacto que establezca las materias a examinar, la
composición y el tiempo de duración, pues está visto que profundos problemas
tenemos los colombianos, y que nos compete a todos contribuir en su examen y en
convenir las soluciones. Este gran Pacto Político Nacional, es el antecedente
del Gran Tratado de Paz y Nuevo Contrato Social, que terminará por
representarnos, por incluirnos, por vincularnos a todas y a todos; en un país
donde se pueda volver a pescar de noche y donde si tocan a la puerta de la casa
a las cinco de la mañana, no se sienta el temor de ser allanado, es el lechero.
No lo Olvide: unidad, paz y democracia.
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