El pasado 6 de abril terminó, con un optimismo
moderado, el primer ciclo de conversaciones entre las delegaciones del Gobierno
de Juan Manuel Santos y del Ejército de Liberación Nacional, ELN, en
Quito. Un período que se inició luego de superarse varios tropiezos. Sin
embargo, en medio de las primeras conversaciones, se dieron atentados contra la
población civil en Chocó, Arauca, Cauca y Bogotá y, reclamos del ELN por
intentos de militarización de zonas urbanas como la de Micoahumado, en el Sur
de Bolívar, detenciones y operativos en el corregimiento de Llorente, en Nariño
y, el asesinato de líderes sociales. El Gobierno, por su parte, les atribuye
responsabilidades y los conmina a dejar actos violentos, a la par que ordena a
las Fuerzas Militares y a la Policía redoblar acciones contra sus estructuras.
Una es la realidad de la mesa negociadora en Ecuador y otra, muy
distinta, en las regiones y territorios en Colombia. Ese es el eterno riesgo de
negociar en medio del conflicto armado que hoy persiste, que no finaliza,
aunque se tenga la idea de su fin tras la histórica firma conseguida con las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Lo cierto es que el país
vive otro momento, donde los acuerdos y el desarrollo de las conversaciones con
el ELN, no tienen la trascendencia que debieran tener en la opinión pública, ya
que la agenda mediática apenas los registra, pero sí hace eco de los atentados,
de las declaraciones y tuits nada políticos del ELN, de los reclamos de Juan
Camilo Restrepo, Jefe del equipo negociador del Gobierno, de los señalamientos del
Ministro de Defensa Luis Carlos Villegas, del Vicepresidente Oscar Naranjo y del Presidente Santos, así como del eterno boicot del ex – presidente Uribe a todo proceso de paz que no encaje
en sus exigencias y visiones de su mundo.
El más reciente desacuerdo tuvo que ver con el argumento del ELN
sobre el uso del secuestro como ‘forma de financiación’, que terminó en
una recriminación de las partes por los escasos avances en la participación de
la sociedad civil en el proceso de diálogo. Situaciones como éstas dan argumentos a quienes no creen en los diálogos y dejan la
sensación de que el proceso da dos pasos adelante y uno atrás, que la voluntad
política de las partes tambalea y que la cohesión del ELN estaría en
entredicho.
Lo cierto es que el segundo comunicado conjunto, suscrito por el
Gobierno y el ELN, fue muy breve y estuvo compuesto de cuatro puntos escuetos
donde anunciaron la elaboración de un marco de referencia común para tratar los
aspectos relacionados con acciones y dinámicas humanitarias y el marco en el
cual se desarrollará el programa piloto de desminado humanitario, como parte
del segundo compromiso que se trabajará en la siguiente ronda, a partir del 3
de mayo, cuando se reiniciarán las conversaciones.
El acuerdo 3, que hace referencia a la participación de la sociedad para
la construcción de la paz (Sub-punto F5), señala que ‘se seguirá discutiendo en
el próximo ciclo’ y, finalmente, el punto 4 indica que se han puesto de acuerdo
en los “términos de referencia con los que trabajará el Grupo de Países de
Apoyo Acompañamiento y Cooperación al Proceso de Paz”. Estos
anuncios, a diferencia del proceso culminado en La Habana, poco o nada le dicen
a la opinión pública colombiana.
Mujeres Contando dialogó, posterior a
la instalación de la mesa, con Carlos Velandia, gestor de paz y reconocido
ex-jefe del Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuyo ‘nombre de guerra’
fue Felipe Torres y que estuvo presente durante diez
años en negociaciones de paz, sobre su mirada a estos diálogos.
En nuevo gestor de paz analizó los tiempos de la mesa, la coyuntura
actual en Colombia, la dinámica de las conversaciones, la necesidad de generar
confianza y de entender la naturaleza de la organización, diferente a otras
organizaciones guerrilleras. Manifestó, además, que el ELN entiende el enfoque
de género como una problemática social que estará presente en los acuerdos y
que los aprendizajes del reciente proceso con las FARC serán tenidos en cuenta.
Cree, además, que los inconvenientes previos a la instalación de la mesa se
dieron por “un mal trámite de la palabra”, fenómeno que -al
parecer- se sigue presentando, esta vez a través del mal uso, por ambas partes.
Sobre los atentados y acciones de violencia guerrillera, argumenta que
éstos se dan debido al marco de un diálogo de paz en medio de la confrontación
militar, decisión que impuso el Gobierno; pero “no por ello se justifican, toda
vez que sostener diálogos de paz debe llevar a las partes a tener un
comportamiento de distensión, que ayude a su aproximación, que construya
confianza mutua y credibilidad; y, lo más importante, que la sociedad mantenga
su apoyo a los diálogos y vivo el interés por los mismos”.
Para Carlos Velandia los hechos ocurridos en las últimas semanas en
Chocó, Arauca, Cauca y el atentado en la plaza de la Macarena en Bogotá, “desdicen de una voluntad de paz y constituyen una amenaza para la
estabilidad de la Mesa de conversaciones”. El experimentado ex-jefe
guerrillero considera que es urgente que las partes “realicen
acciones concertadas de desescalamiento, que las aproxime al bilateral y
definitivo cese del fuego y hostilidades, que al mismo tiempo fortalezcan el
cese que ya existe con las FARC, lo cual es un gran alivio para toda la
sociedad, la que a su vez verá con buenos ojos, el esfuerzo de las partes por
consolidar el escenario de la paz completa”.
En las respuestas del actual gestor de paz, nombrado por el Presidente
Santos, están algunas claves para comprender la dinámica de la mesa en Quito.
Mujeres Contando (MC): Después de tanto tropiezo, la
mesa de Diálogos entre el Gobierno y el ELN se instaló en Quito, el pasado 7 de
febrero. ¿Cómo interpreta este paso?
Carlos Velandia (CV): Yo empezaría por la palabra
‘tropiezo’. A lo largo de algo más de cuatro años de contactos en medio de
trompicones, ambas partes lograron pactar una agenda y un acuerdo muy
importante como es el de buscarle caminos de diálogo al conflicto armado que
vive nuestro país. El 30 de marzo de 2016 conocimos la agenda, pero luego
surgieron inconvenientes producto, a mi juicio, de un mal trámite de la
palabra. Normalmente ocurre que, cuando no existe una confianza consolidada
entre las partes, cualquier cosa que se diga puede ser usada en su contra o
interpretada a favor propio, o de la contraparte. Afortunadamente, las partes
cumplieron y empezaron a desarrollar sus actividades, a elaborar un reglamento
de mesa y a resolver asuntos logísticos.
MC: La confianza es uno de los mayores obstáculos en un diálogo de esta
naturaleza. El ELN siempre ha recriminado al Estado y al Gobierno por no
cumplir y, por su parte, el Gobierno tiene reparos ante varias actuaciones del
ELN. Pero el país real está en otro momento -que no se puede negar-, y se
reconoce una voluntad política. ¿Cómo hacer para que la confianza se dé y los
diálogos sean más transparentes y fluidos?
CV: Solo es posible construir confianza a través de dos cosas: pactar
y cumplir, no hay más. Lo que se pacta, se cumple. Hay que pactar a la mayor
brevedad unos resultados porque la sociedad colombiana y la comunidad
internacional están expectantes. Sobre todo, porque la mesa tiene un diseño, en
su agenda, donde va a haber mucho diálogo y poco acuerdo. Es decir, el
despliegue de dialéctica, sobre todo en los cuatro primeros temas, va a ser
tremendo (entre otras razones por la participación) y allí es poco lo que se va
a pactar. Se va a hablar mucho a lo largo de un tiempo prolongado, que puede
ser algo más de un año, y no va a haber sobre qué pactar y producir noticias
interesantes para la sociedad. Pero, simultáneamente, junto con los temas de
participación, se va a tratar el punto que tiene que ver con los mecanismos
para crear un clima positivo y generar unas condiciones humanitarias. Por esta
vía se pueden lograr, a muy corto plazo, acuerdos puntuales y se puede llegar a
producir confianzas y resultados que la sociedad recibirá como un alivio. Con
esto, además, se tiende a desescalar el conflicto y a llegar más rápido a un
cese bilateral.
MC: Uno de los aspectos más importantes en este ejercicio de
diálogo es el hecho de que cada una de las partes llega con un acumulado; por
un lado, el ELN ha intentado en siete momentos sentarse a negociar, con
diversos gobiernos a lo largo de varias décadas, y el Gobierno de Juan Manuel
Santos logró un acuerdo con las FARC, que está en un proceso de implementación.
¿Qué tanto estos aprendizajes se están poniendo en esta mesa?
CV: Me alegra que menciones esto de los acumulados, porque tienen que
ver con la experiencia. Esos siete intentos le permitieron al ELN conocer más
al Estado, la realidad y la situación del país. También le permitió conocer a
la sociedad. Porque una cosa es conocer a la sociedad desde una postura de
beligerancia, desde una postura de confrontación política, social y armada, y
otra en medio de un proceso en donde la sociedad participa en la solución
política del conflicto. Hoy tiene unas maneras más amplias de relacionarse con
la sociedad, incluidos segmentos con los que habitualmente no conversaba, tiene
líneas de llegada porque tiene propuestas para ello. En segundo lugar, tiene
cuadros también experimentados y en diálogo. Por el lado del Gobierno hay
también mucha experiencia acumulada, capacidad de negociación y capacidad de
manejo de este tipo de escenarios, que no son fáciles. Lo digo con conocimiento
de causa, estuve 10 años consecutivos en negociaciones con el Gobierno.
El Gobierno por su lado llega con resultados; como ‘las paces’ de los años 90. Un acumulado en el que
obtuvo, a costos muy bajos, la desmovilización de siete organizaciones
insurgentes. Con ello logró desarmar, aunque no resolvió los problemas del
conflicto, pero sí trajo paz al país. Ahora tiene el proceso con las FARC,
donde en una negociación cara a cara, logra resultados que terminan siendo
satisfactorios para las partes. Aunque no es el verdadero sentido de la paz que
buscamos los colombianos y que tampoco querían las FARC. Es decir, es un diseño
de la paz posible, pero no de la paz que se quiere. El Gobierno hubiera querido
sacar una paz muy barata, quizás al precio de los años 90, y las FARC una paz
con mayores resultados, pero no fue posible. Es decir, se logra un acuerdo
político en el que ambas partes se encuentran imperfectamente satisfechas. Es
un oxímoron: “Inconformemente satisfechas”. No están completamente conformes,
pero lograron superar el escollo mayor: salir de la trampa de la guerra.
Esos resultados son muy valiosos para el proceso con el ELN, sobre todo
porque hay soluciones y hay aspectos que son comunes para ambas organizaciones
y es el que tiene que ver con el manejo del capítulo de las víctimas, donde a
través de examinar el fenómeno de la justicia, reparación, no repetición y
verdad, se hace una aproximación a una solución que en La Habana lo resolvieron
a través de un sistema complejo, donde se entremezclan la relación que
desempeñará una comisión histórica de la verdad, con actividades que se
desarrollan a partir de una jurisdicción especial para la paz, en el marco de
una justicia transicional que va a funcionar para unos y otros, de las
distintas partes del conflicto.
MC: Usted conoce muy bien al ELN por dentro, es más usted se ha
declarado ‘eleno’ antes y después de haber salido de sus filas;
por lo tanto, cree que el ELN está dispuesto y claramente comprometido con esta
salida negociada. Le pregunto esto, porque hay en algunos sectores del Gobierno
y de la sociedad la idea de que el ELN es complicado y que es difícil sentarse
a negociar con él. Y ese discurso circula también mediáticamente.
CV: Discrepo, me aparto y me pongo a kilómetros de esa noción que se
ha venido constituyendo como una especie de mito alrededor del ELN. Se dice:
“el ELN es complicado, el ELN es difícil, al ELN no lo entiende nadie, al ELN
hay que decodificarlo, el ELN habla de manera críptica y se necesitan
encriptólogos para saber lo que está pensando”.
El ELN es una singularidad, pero se le ha querido medir como se les ha
medido a todas las organizaciones guerrilleras, que son organizaciones de tipo
cupular, tendientes a ejércitos. El ELN es una organización política en armas,
y eso es lo que cuesta trabajo entender y comprender. Es una organización
política que se rige por principios marxistas de organización leninista, como
son los principios organizativos, entre ellos quizás uno de los más destacados
es el centralismo democrático; allí la organización se hace bastante
horizontal. Ésta es una singularidad que no necesariamente tiene que verse como
una dificultad, quizás hay que verla como una virtud, yo la veo como una gran
ventaja. Ahora, esto hace más dificultosos los procesos de concertación y de
decisión, porque hay que tramitar las decisiones, ir y llevarlas a las bases,
porque las bases también cuentan. La cuestión es cómo se crean los mecanismos
para dialogar de manera eficaz con una organización que es así. No se puede
pretender cambiar al ELN, ni que el ELN se convierta en una cosa que no es, que
no corresponde con su naturaleza.
MC: ¿El Gobierno y sus negociadores conocen esa singularidad
suficientemente, para evitar contratiempos en la mesa?
CV: No, no la conocen y ésta es una dificultad. Del lado del Gobierno ha
habido una serie de personajes que han estado relacionados en procesos de
diálogo con el ELN, pero no tienen continuidad, cada gobierno va cambiando sus
personas. A duras penas recuperaron a un personaje que sí conoce al ELN; se
trata de José Noe Ríos. Es quizás el negociador más experimentado que tiene el
Gobierno. La delegación en su conjunto se mueve en el mito de ‘la dificultad
del ELN’. No logran entenderlo, pero tampoco es que se esfuercen mucho.
En esta singularidad el ELN tomó unas decisiones mayoritariamente y
ejerciendo el centralismo democrático, en el V Congreso, (Enero 7 de 2015) en donde se dijo: “Sí vamos a un proceso de
diálogo, en el que eventualmente haremos dejación del uso de las armas”;
eso dicen textualmente las conclusiones del Congreso. Obviamente hay partes
minoritarias que no estaban de acuerdo con esa decisión pero que la acatan y se
someten. Sin embargo, en el desarrollo de la política interna, se filtró
abiertamente que algunas estructuras están en disenso, que no comparten el
estar en la mesa, como el frente de guerra oriental y noroccidental y los del
departamento del Chocó. Hay otras estructuras más pequeñas, minoritarias, que
votaron no. Pero las dos primeras son fuertes y llaman la atención por su
beligerancia bélica. En cierta forma esto ha generado una distorsión en cuanto
a ¿qué tan unido está el ELN para afrontar esta negociación?
Yo tengo que decir que el ELN está unido, está cohesionado, pero es una
cohesión en la que unas estructuras pueden disentir, pueden no estar de acuerdo
porque esa es la naturaleza de la democracia interna. Aun así, los comandantes
que están en el departamento del Chocó han dicho “nos sometemos a las decisiones
que mayoritariamente se tomen. Si el ELN llega finalmente a un acuerdo, ese
acuerdo tendrá que ser consultado en el VI Congreso y lo que se defina en
relación con los acuerdos acataremos. Nosotros no somos una rueda suelta,
tenemos un punto de vista que es minoritario, pero tenemos derecho a decirlo”.
Esa es la discrepancia, pero el ELN tiene decisión y voluntad, o no estaría en
la mesa.
MC: Humberto de la Calle jugó un papel muy importante en los
diálogos con las FARC, ahora Juan Camilo Retrepo tiene el mismo rol en esta
mesa. ¿Cómo ve su papel?
CV: De Juan Camilo Restrepo tengo una opinión bastante favorable. Como
funcionario público ha sido una persona pulcra, en el sentido que no ha estado
metido en escándalos o situaciones que desdigan de su honestidad o su
profesionalismo. Nadie puede decir que él es un corrupto. Como Ministro de
Hacienda pudo hacer muchos negocios y no lo hizo. Es un tipo que proviniendo de
las toldas conservadoras tiene un talante mucho más abierto, de avanzada, más
moderno; es un tipo dialogal y con un diálogo sereno. Creo que compagina
plenamente con Pablo Beltrán (del ELN). A mí se me
parecen mucho, guardadas las proporciones y sin querer hacer comparaciones que
puedan resultar odiosas. El talante de estas dos personas posibilita un trámite
muy sereno a la mesa. No exento, obviamente, de discutir con pasión, con
temperamento y defender puntos de vista de cada quien, pero en lo fundamental
con serenidad, con cuidado y mucho respeto. Yo estoy muy contento con estos dos
personajes. Ahora Juan Camilo es un poco el equivalente a lo que fue Humberto
de la Calle para la mesa de La Habana. No es el político que tiene el mismo
despliegue, pero sí tiene todo el respaldo y el reconocimiento de la clase
política y dirigente del país, y de la sociedad. Yo creo que el ELN debe sentirse
muy bien que le hayan puesto a un señor de este talante, de este nivel para
tramitar el conflicto.
MC: ¿Los medios de comunicación le han dado el mismo interés y el mismo
cubrimiento que se le dio a la mesa de diálogos de La Habana, a la de Quito?
CV: Esa pregunta es inquietante. En Colombia suceden tantas cosas
graves y a una velocidad tal, que un tema se superpone a otro. Hoy el tema de
la paz o del conflicto está en un séptimo lugar de interés de otras
preocupaciones que mediáticamente se posicionan. Situaciones que angustian y
ocupan la mente del ciudadano común. Una, lo que se gana no alcanza para vivir,
segundo la reforma tributaria hace que tengas que pagar más impuestos, algo
injusto porque los ricos pagan menos. La inseguridad, que no se sabe dónde
está: si va para el trabajo en Transmilenio lo roban, si está en el barrio lo
asaltan y si está en su casa, siente una desprotección total.
En cuarto lugar, el desempleo y la calidad del empleo, luego la
corrupción del país y la situación de Estados Unidos y Trump que viene a poner
todo ‘patas arriba’. Por lo tanto, en séptimo lugar está la paz. Hubo un
momento en el que la paz estaba en primer lugar, pero pasó, y pasó en la medida
en que no hay guerra porque no hay combates, heridos ni muertos, pero la guerra
todavía existe. Hay una percepción de que la paz ya se logró porque vivimos una
situación de no guerra tras la firma con las FARC y el proceso con el ELN ni le
quita ni le pone, es algo como adicional. Somos realmente muy pocos los que nos
ocupamos 24 horas del día, del proceso con el ELN. Esa es una realidad.
Mediaticamente cada vez más, y a medida que va avanzando la mesa, se va
metiendo en sus cosas, de vez en cuando habrá una noticia, pero no será muy
estremecedora. Finalmente, entramos en una coyuntura electoral que va a robarse
la atención por el discurso de los partidos políticos en pugna por llegar al
congreso o a la presidencia. Discursos que no van a ser muy ilustradores, es
decir la visión del ciudadano no va a ser captada por las encuestas. El
discurso perverso y seductor que despotrica del otro primará. Va a ser una
guerra sucia y tremenda en el debate electoral. El país no va a saber al final
por quién o qué tesis votar. Así ha sido en los últimos tiempos y no tengo
argumentos para pensar que en esta ocasión va a ser diferente.
Me temo que el proceso con el ELN va a transitar en medio de una
atmósfera que lo invisibiliza y no se va a sentir con la misma importancia que
se vio con las FARC.
MC: ¿Cómo afectará la llegada de Trump?
CV: Creo que sí va a tener un impacto y de hecho ya lo está teniendo.
El presidente Santos habló con el Presidente Trump, había una preocupación
porque él ha venido planteando una política muy poco usual en la relación
diplomática, sobre todo porque tiene un lenguaje confrontativo y conflictivo
que viene a remover y a desacomodar muchas cosas que ha costado mucho trabajo
construir a lo largo de los tiempos, como algunos pactos multilaterales.
En relación con Colombia pidió hacer una revisión del acuerdo entre el
Gobierno y las FARC, pero más que hacer la revisión del acuerdo en sí, son los
acuerdos que el Gobierno de los Estados Unidos en la época Obama hizo con el
Estado colombiano para promover el acuerdo Gobierno-FARC, en el que el Gobierno
de los Estados Unidos se obliga a hacer un proceso de reingeniería al Plan
Colombia -que era un plan militar-, y a desarrollar el Plan Paz Colombia. Un
plan de inversión y de soporte a los acuerdos logrados por un valor de 470
millones de dólares al año, durante diez años. El presidente Trump dijo: “Aquí
vamos a tener que recortar porque vamos a invertir en la casa propia, eso de
estar repartiendo la plata y comprando amigos eso no está bien”. Lo que quiere
decir que va a recortar o reducir el Plan Paz Colombia y lo va a reducir de
manera sustancial.
MC: Uno de los temas importantes para las mujeres y para la ciudadanía
es la mirada que se va a tener sobre los temas de violencia, incluida la
sexual, contra las mujeres víctimas de desplazamiento y de refugio por causas
del conflicto armado. ¿Qué tanto está el ELN dispuesto a escuchar y, sobre todo,
a responsabilizarse por sus víctimas?
CV: La presencia de mujeres en la Mesa y en la Delegación, dice mucho
sobre el interés del ELN en tratar estos temas y los temas de género en
general, porque tienen que ver con la construcción de justicia social y con una
lucha que las mismas mujeres han desarrollado al interior de una estructura
machista y patriarcal como son las guerrillas y los ejércitos, en Colombia y en
el mundo. No ha sido fácil para ellas, pero creo que el ELN es quizás de las
sociedades cerradas donde la mujer es más valorada, en lo que a mí respecta y
en lo que conozco. Habiendo machismo, en donde menos se ve es en el ELN. Lo
puedo decir con conocimiento de causa. Lo otro es que todos los temas del
conflicto van a ser mirados desde una perspectiva crítica y transversal por las
compañeras que van a estar allí, pero también por los mismos compañeros. Es
decir, si no hubiese mujeres presentes en la Mesa, también habría una mirada de
género. La mirada de género no es un problema sexual, es un problema
eminentemente social. Los hombres también podemos tener una mirada con una
perspectiva de género.
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Coincidimos en que los hombres también pueden tener un enfoque de género
y, ojalá, en el ELN se aborden estos temas más allá de la valoración a las
mujeres y su presencia pues asumir el enfoque de género implica un ejercicio de
formación y de voluntad política interna. Esta conversación con Carlos Velandia
también abordó el trabajo de su incorporación en el proceso de diálogos con las
FARC y el papel de la Comisión de Género, conformada por mujeres insurgentes y
representantes del Gobierno en La Habana, aspecto sobre el que manifestó la
necesidad recoger esa experiencia, confiando en que las mujeres del ELN serán “decisivas e incisivas en la redacción de los Acuerdos, porque
ellas se lo han ganado a pulso en medio de las dificultades, de la guerra y de
una lucha política interna y democrática dentro del ELN”.
Sobre la violencia sexual, argumentó que “el ELN llega sin temas vedados
a la Mesa y eso es extraordinario en la medida en que tiene toda la
disponibilidad de tratar todos los temas, por difíciles que sean, pero también
tiene una disponibilidad a responder por sus actos en los que esté incurso; lo
que no va responder ni va a admitir es la calumnia o la falsa imputación.
Admitirá todos los casos sobre la base de la bilateralidad. Es decir, aquí
cuando se asuman los fenómenos de violencia sexual, muy seguramente el ELN
responderá por sus actos, pero también llamará la atención sobre este fenómeno
en la sociedad y sobre la ausencia de políticas públicas para prevenir e
intervenir este fenómeno”.
Aunque la opinión pública en Colombia no esté hoy pendiente de los
avances de la mesa de Diálogos con el ELN en Quito y los medios de comunicación
no la tengan en sus agendas mediáticas como una prioridad lo que pasa en ella
es determinante para lograr una paz completa, por lo tanto es indispensable que
las partes logren superar lo que Carlos Velandia llama el “mal tramite de la
palabra”, que avancen en la construcción de una confianza necesaria para llegar
a los acuerdos que les permitirá también superar la llamada “la trampa de la
guerra”, que por estos días es la que más resonancia tiene y la misma que se
llevó tantas vidas y fracturó a muchas otras.
*Comunicadora Social y Periodista. Directora Mujeres Contando