31 enero 2014
Los tiempos
están cambiando
Por Carlos Arturo Velandia JaguaVer más
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No hay ninguna razón ni determinismo
que nos obligue a permanecer en el conflicto armado, es obligación humana,
política, moral y revolucionaria buscar nuestros caminos para resolver los
conflictos.
Foto: SEMANA
Una oleada de cambios se está produciendo en el mundo, que no ha
escapado a la atención del Papa Francisco, quien al igual que lo dijera Bob
Dylan en su icónica canción del folk norteamericano The times they are a
changing , “los tiempos están cambiando”, refleja el signo de los tiempos,
empezando por el mismo Vaticano, diminuto Estado pero poderoso por su
influencia, al menos para una sexta parte de la población mundial (1.165
millones) que sigue la doctrina del cristianismo católico, y recibe con entusiasmo
el talante renovador y moralizador de su ministro mayor, Francisco, en una
Iglesia al borde del colapso moral.
De otra parte, las crisis recurrentes, cada vez más frecuentes y agudas
del capitalismo mundial, ponen en cuestión la viabilidad del estado de
bienestar en Europa y en Estados Unidos, situación que a su vez resquebraja la
solidez monetaria de la Zona Euro, e incluso cuestiona la viabilidad de la
integración en la Unión Europea, al punto de hacer pensar a algunos países que
es mejor estar solo que mal acompañado.
En el caso de Estados Unidos, su presidente Barack Obama se ha visto
forzado a adelgazar la proyección bélica del imperio, para atender los deberes
domésticos, ante una situación dramática de 47 millones de estadounidenses en
condición de pobreza, 50 millones sin seguro médico, 13 millones de
desempleados y miles de “villa miserias” que se levantan entre despojos y
basuras en las afueras de las ciudades, habitadas por los desheredados de la
tierra.
Como contrapartida podemos observar el fortalecimiento de los modelos de
desarrollo de las llamadas economías emergentes, agrupadas en el BRICS,
integrado por Brasil, Rusia, India China y Suráfrica, que juntos constituyen la
primera economía del mundo y los más altos índices de crecimiento económico y
de cumplimiento con los Objetivos del Milenio. Sus modelos de expansión en la
producción de bienes y servicios, junto con la captación de mercados internos y
externos, les ha dado la proyección y poder de economías de gran influjo
mundial.
La llamada primavera Árabe, ese despertar de los pueblos del Norte de
África, ha puesto en capilla a regímenes autocráticos y defenestrado a líderes
tiránicos, medradores de las riquezas petroleras de sus pueblos, a quienes
sometían a punta de Sharia, policía secreta y Kalashnikov. Hoy, tiene Túnez un
gobierno por la voluntad popular y una nueva Constitución Nacional, la cual
contiene entre su articulado la igualdad de derechos entre hombres y mujeres,
grandiosa rareza en un país de cultura árabe e islámica, caracterizada por la
desigualdad entre hombres y mujeres, la segregación y la menos-valía de las
mujeres respecto de los hombres, desde tiempos de Scheherezada.
América latina, tierra de revoluciones, que se permite combinar en su
historia reciente y actual cuatro revoluciones en construcción: la Socialista
en Cuba, la Bolivariana en Venezuela, la Ciudadana en Ecuador y la Comunitaria
en Bolivia; y los procesos de ampliación democrática y construcción de equidad
en Brasil, Argentina, Uruguay; se ha convertido en una cantera de
acontecimientos, entre los que destaca la reciente Proclama de la II Cumbre de
la CELAC, celebrada en La Habana, declarando a América Latina y el Caribe como
Zona de Paz y reconociendo que la integración de los países y pueblos, solo es
posible sobre la base de reconocer la paz como un bien supremo, estableciendo
la cultura de paz como la rectora en las relaciones entre personas y entre
Estados, determinando que sólo a través de la diplomacia, el derecho
internacional y los tratados, es que se deben resolver los contenciosos entre
Estados, que la guerra queda proscrita en la región, que el uso, producción,
almacenamiento y tenencia de armas de destrucción masiva y en particular las
armas nucleares queda prohibido; y reiterando que es sobre los principios de
paz, desarrollo, democracia y libertad, que es posible una integración profunda
y verdadera. Esta proclama se constituye en mandato para los 33 Estados
miembros de la CELAC de obligatorio cumplimiento.
Por otra parte, desde Chile se levantan voces cada vez más sonoras sobre
la necesidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, para hacer una
Nueva Constitución, porque la Carta Magna actual, vigente desde 1925 y
reformada por el dictador Augusto Pinochet en 1980, ya no da cuenta de
las nuevas realidades de hoy. Así, el pasado debate electoral que concluyó con
la elección de Michelle Bachelet, puso el tema de una ANC como uno de los ejes
de la discusión política, en el que la presidenta electa se empleó a fondo
apoyando esta iniciativa, que le permitirá a los chilenos modernizar su
Constitución, hacer un nuevo contrato social, que borre todo asomo de la
impronta militarista y antidemocrática que introdujo la dictadura de Pinochet
en la Constitución y la Ley; como parte de la necesaria curación de heridas y
de la superación de uno de los periodos en los que a un pueblo entero se le
privó de una revolución socialista por vías pacíficas, y se lo sometió al
oscurantismo, la represión y la pérdida de las libertades.
La Nueva Constitución en Chile será reparadora moral y socialmente, al
tiempo que modernizará las estructuras del Estado y la sociedad y le permitirá
al constituyente primario examinar los conflictos sociales más agudos, como el
de la educación pública en el país Austral.
De otra parte y en nuestras antípodas, en Filipinas, el Gobierno y la
guerrilla del Frente Moro de Liberación Islámica (MILF) firmaron la paz
definitiva, poniendo punto final a un conflicto armado, casi tan antiguo como
el colombiano, de 46 años de duración, que dejó más de 100.000 muertos y más de
500.000 desplazados. El acuerdo firmado entre el Presidente Benigno Aquino III
y el líder del MILF, Ebrahim Murad permitirá la dejación de armas de más de
11.000 combatientes insurgentes y la creación de un gobierno autonómico en la
región sur de la isla de Mindanao, denominado Bangsamoro. Se estima que este
acuerdo de paz sea un estímulo para acuerdos con otras organizaciones
guerrilleras minoritarias como la del Nuevo Ejército del Pueblo, NPA, y
se pueda avanzar hacia una paz nacional, aplicable en la totalidad de las 7.107
islas que componen el archipiélago de Filipinas.
En este contexto internacional, discurre la vida en Colombia con su
conflicto a cuestas, pero también con la oportunidad de paz más clara y sólida
a lo largo de nuestra historia. Que los tiempos están cambiando, se hace
evidente, y los cambios se producen en distintas latitudes del planeta, ¿por
qué hemos los colombianos de escapar a ellos?, no hay ninguna razón ni
determinismo que nos obligue a permanecer en el conflicto armado, es obligación
humana, política, moral y revolucionaria, que los colombianos busquemos
nuestros propios caminos para resolver los conflictos. El mundo es una escuela,
aprendamos en ella.
En Twitter: @CarlosVelandiaJ