23 enero 2014
Seguridad y defensa para el final de la guerra y una paz duradera
La izquierda debe proponer la construcción
de una doctrina de seguridad y defensa, para una paz estable, diferente a la
actual que es guerrera y propiciatoria a la violación de los DD. HH.
Foto: SEMANA
Ha hecho carrera una equivocada noción
de que la seguridad y defensa de un país son temas de manejo casi exclusivo de
los partidos políticos de derecha y que, por lo contrario, los temas sociales
lo son de las izquierdas. Este entendido en Colombia es una verdad casi que
absoluta, por cuanto no ha habido un gobierno de izquierda gobernando al
país que deba encarar los retos de manejo del orden público interno, la paz y
la convivencia y la defensa de la soberanía nacional. Además, por haber sido
objeto de la acción persecutoria de los gobiernos de derechas, que en virtud de
la doctrina imperial impuesta y adoptada por ellas en el marco de la
guerra fría, hizo ver a las izquierdas como una amenaza y como parte del
enemigo interno a vencer.
Sin embargo, esto no es razón para que
los temas de seguridad y defensa brillen por su ausencia en los idearios
políticos de los partidos y movimientos de izquierda, y mucho menos ad portas
del final del conflicto armado interno y del advenimiento de una nueva época de
apertura a la lucha política sin armas, y a la disolución o transformación de
fuerzas fácticas de poder armado.
Los partidos políticos de izquierda y
sus dirigentes, deben construir en su discurso e ideario una noción de
seguridad y defensa compatibles con sus programas de transformación social, de
tal modo que se establezca una correspondencia entre los propósitos sociales,
políticos, económicos y de soberanía, con los de la seguridad de una nación y
la defensa de un país.
Colombia y sus gentes han vivido a lo
largo del último medio siglo bajo el peso específico de las políticas de seguridad
y defensa, desarrolladas por los distintos gobiernos que han tenido que
afrontar el conflicto armado planteado entre las guerrillas insurgentes y el
Estado; peso que se ha hecho sentir de manera desbordada y criminal en muchos
casos, que revestidas con el maquillaje y el discurso de autoridad, de defensa
de la institucionalidad y la democracia, del restablecimiento del orden y en
nombre de la patria, han intervenido y recortado derechos ciudadanos y
acorralado a las opciones políticas diferentes, algunas de ellas llevadas hasta
el exterminio.
En contraste, la defensa de los
intereses del país, se ha quedado a la vera del camino y también hemos visto
cómo la soberanía nacional no es más que un canto a la bandera, mientras que el
intervencionismo militar y económico extranjero se han fortalecido frente a la
claudicación y subyugación promovidas por las clases económicas y políticas en
el poder.
Así, los gobernantes de turno, uno a
uno, han entregado las riquezas naturales a las multinacionales, riquezas que
nominal y constitucionalmente son de propiedad colectiva de la Nación, es decir
de todas y todos los colombianos; con la justificación de una suerte de vanos
espejismos de desarrollo y progreso. De otra parte, han permitido la presencia
continuada y sostenida de contingentes militares de potencias extranjeras, bajo
el eufemismo de programas de ayuda y cooperación; han cooptado la voluntad
defensora de la soberanía nacional y han articulado la fuerza y disposición
ofensiva de las Fuerzas Armadas de Colombia a sus planes imperiales, generando
con ello desequilibrios, preocupaciones e inestabilidad en la región.
El proceso de paz en curso con la
guerrilla de las FARC-EP y el esperado proceso con el ELN permiten avizorar, en
tiempo no muy lejano, la firma de acuerdos de final del conflicto armado.
Corresponde en consecuencia que los partidos y movimientos políticos que
aspiran a regir los destinos del país construyan la doctrina de seguridad y
defensa para los tiempos de paz que hemos de vivir y que sobrevendrán tras la
firma de los acuerdos de punto final a la confrontación entre colombianos.
Sin duda alguna que se trata de una
“NUEVA DOCTRINA DE SEGURIDAD Y DEFENSA”, la cual debe estar signada por la
superación de la concepción de enemigo interno y una redefinición de las
amenazas, en las que se no se incluya a las fuerzas políticas de ideología
comunista o socialista o movimientos de oposición política al gobierno.
Una nueva doctrina determinada por el
respeto a la libre autodeterminación de los pueblos, la solidaridad, la
cooperación y los principios de buena vecindad. Una nueva doctrina que
privilegie dirimir los actuales y futuros contenciosos con otros países a
través de la diplomacia y las cortes internacionales. Una nueva doctrina que
deconstruya el guerrerismo exacerbado en las FF. AA. del Estado y de la
sociedad, por haber estado inmersas durante 50 años en la guerra, y construya
una noción de cultura de paz, para la convivencia y una paz duradera. Una nueva
doctrina que prohíba a Colombia a participar en conflictos
internacionales.
Una nueva doctrina que no haga del
agente de la seguridad y el orden, sea este militar o policía, un potencial
agresor contra su pueblo. Una nueva doctrina, que permita reducir el pie de
fuerza militar y de policía a las estrictas proporciones de la defensa de las
fronteras, la integridad territorial, la soberanía nacional, la lucha contra la
criminalidad y la convivencia pacífica. Una nueva doctrina, que permita que los
demás países de la región eleven su confianza y posibilite impulsar a niveles
mayores la integración de los países y los pueblos. Una nueva doctrina, que
haga posible aplicar el diferencial presupuestario de unas FF. AA. en guerra a
unas FF. AA. en paz, en favor de la inversión y la justicia social.
Finalmente, una nueva doctrina que en
la que el respeto a los derechos humanos, el acatamiento a la norma y la
obediencia al poder civil contribuyan a situar a Colombia en posiciones
internacionales de respeto y alta consideración por su progresión y
civilidad.
Este es el reto que tienen los partidos
políticos y los aspirantes a la Presidencia de la República. Hacer mutis por el
foro sobre estos temas es darle ventaja a las opciones que ofertan la guerra,
porque ellos sí que tienen doctrina de seguridad y defensa: la que hemos
padecido durante 50 años.
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