2014 – 7- 20 igandea GARA
EG3
PROCESOS
DE DIÁLOGO CON LAS GUERRILLAS EN COLOMBIA
CARLOS ARTURO VELANDIA - EXDIRIGENTE DEL ELN Y DELEGADO EN
PROCESOS DE DIÁLOGO
Carlos Arturo Velandia fue parte de la
dirección nacional del ELN y, como tal, participó en procesos de diálogo con el
Gobierno. Lo detuvieron y encarcelaron en Medellín, en cuya cárcel lo visitó en
varias ocasiones el excandidato presidencial Horacio Serpa. Tras su puesta en
libertad, dejó la lucha armada y se exilió en el Estado español, donde se
vinculó como investigador a la Escuela de Cultura de Paz de Barcelona. Ha
regresado a Colombia para seguir trabajando por la resolución del conflicto.
«Si con la guerra no
fue posible tomar el poder, habrá que buscar otras vías»
Ainara LERTXUNDI
Carlos Arturo Velandia, con el número de preso de Arnaldo Otegi para pedir su excarcelación. GARA
Desde su Colombia natal, a la que ha
regresado para vivir de cerca y arropar los procesos de paz, el exguerrillero y
exdirigente del ELN Carlos Arturo Velandia explica, en conversación telefónica con
GARA, que «para el movimiento guerrillero esta es una oportunidad muy
importante de poder superar una guerra de 50 años en la que el Estado no fue
capaz de derrotar a las insurgencias ni estas tampoco pudieron derrotarlo». Subraya que «si
a través de la guerra revolucionaria no fue posible tomar el poder, habrá que
buscar otros caminos», como los de Venezuela, Bolivia o Ecuador.
No descarta que un exguerrillero pueda
gobernar en Colombia como ya ocurre en El Salvador, Uruguay y Brasil, pero para
ello «tendrán que superarse muchos obstáculos y los movimientos exinsurgentes
tendrán que dejar las armas, hacer demostraciones y construir unos canales de
comunicación con la sociedad para comunicarse en otro tipo de claves».
Ni siquiera ha pasado
un mes y las presidenciales parecen ya algo lejano. Mantuvieron en vilo a muchos
sectores por el rumbo que podrían tomar las
Conversaciones con
las FARC y el ELN en caso de ganar el candidato uribista. ¿Qué panorama dibujó la
victoria de Santos?
Fue una victoria muy clara y contundente
del presidente que buscaba la reelección. Ganó las elecciones con el apoyo de
la izquierda democrática y sectores de centro, lo que significa que tiene un
mandato para darle continuidad al proceso de paz. Este mandato también es un
mandato de los electores hacia el movimiento insurgente para que ponga fin al
conflicto y busque a través de la solución política el fin del mismo. El
resultado desautoriza la guerra y derrota de manera contundente a la extrema
derecha, que tenía una oferta de guerra. Eso son gestos supremamente positivos.
Seguramente, el Gobierno del presidente, en su nuevo periodo que se inicia el 7
de agosto, propondrá la participación de los sectores que lo han apoyado. Sería una
oportunidad para que la izquierda democrática entre en un momento donde se van a
desarrollar e impulsar importantes reformas para poner en marcha los acuerdos de
paz que se logren tanto en La Habana como los que se
consigan con el ELN. Sería una buena oportunidad para que la izquierda participara
en el gobierno y adquiriera experiencia en gobernar, porque no la tiene.
¿Cómo interpreta la
alta abstención, cercana al 50%, teniendo en cuenta que la campaña se presentó como
una elección entre la guerra y la paz?
Esla combinación de varios factores. Aquí
existe una tradición histórica de una alta abstención electoral, mucho mayor cuando
se trata de las elecciones al Parlamento –en las legislativas de marzo superó el
60%– y un poco menor, pero también supremamente alta, alrededor del 50%, cuando
son presidenciales. Se juntan la desconfianza, el descreimiento, el escepticismo
y la ilegitimidad de los partidos tradicionales. El elector no se ve motivado a
participar en las elecciones simplemente porque no encuentra una oferta creíble
o porque los candidatos tienen pasados poco claros. Esto explica en buena
medida este comportamiento tan abstencionista.
Tras los comicios, el
presidente electo, Juan Manuel Santos, anunció el inicio de conversaciones exploratorias
con el ELN. En su condición de exdirigente de esta guerrilla, ¿cómo sitúa este incipiente
proceso?
En este momento están en una etapa de
exploración, en un proceso de construcción de la agenda. Han coincidido en
identificar dos puntos que son sustanciales en ella: el de víctimas y el de la
participación en política. Muy seguramente, aunque no conozco más, se trabajará
en los mismos parámetros en los que se ha acordado el tema de víctimas en la
agenda de La Habana. No podría tratarse de una manera con el
ELN y de otra con las FARC. Los mismos parámetros, e incluso las mismas
metodologías, serán implementadas en ambos casos.
¿Qué diferencias
puede haber entre los dos procesos?
Quizás las diferencias que pueda haber
las han venido marcando con anticipación
los dirigentes del ELN. En 2007, Pablo
Beltrán planteaba que se debía saber toda la verdad, utilizando para ello
la frase «verdad, toda verdad, todos». Nadie puede escurrirse ni sacarle el
hombro a esta responsabilidad, a este reto. Recientemente el comandante general del ELN, Gabino, afirmó que no debían ser las partes, es decir, el Gobierno y las insurgencias,
las que establecieran los parámetros de verdad, justicia, reparación, y
garantías de no repetición, sino que deberían salir a propuesta de las víctimas. Eso marca
algunas diferencias que pudiera tener el desarrollo de los contenidos, pero aún
falta por ver cómo acuerdan el abordaje de esos temas.
La verdad es uno de
los puntos sustanciales de los diez principios acordados en La Habana. Y una de
las principales
Demandas de las
víctimas...
Así es. La verdad histórica sobre lo que
ha pasado a lo largo de 50 años. Esto es una necesidad que no podemos obviar. La
otra vertiente es la verdad sobre hechos concretos y específicos que han ocurrido
en medio del conflicto en los que hay responsabilidades compartidas entre el
Estado y la insurgencia e, incluso, entre sectores civiles, empresariales e instituciones
del Estado. Esto tendrá que examinarse en un proceso de
esclarecimiento y, seguramente, hacia el final del proceso se establezca la
necesidad de una comisión de la verdad.
Velandia es parte de la campaña por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.. GARA
¿En qué condiciones
se debe producir la incorporación de los guerrilleros a la vida civil?
Esta será también una parte bastante importante
en el desarrollo de las conversaciones y, sobre todo, de los acuerdos. Para que
pueda haber una paz, necesariamente se deben crear escenarios de participación política
para los miembros de los grupos insurgentes que dejen las armas. Obviamente, esto
tendrá que contar con unas garantías que puedan sostenerse en el tiempo, sobre
todo porque el nuevo movimiento político que surja desde las insurgencias, que no
tiene la experiencia ni la tradición ni los mecanismos para poder permanecer
activo en términos de la política institucional, debe contar con unos mecanismos
a favor que se mantengan en el tiempo. También debe haber garantías para las personas.
No puede ocurrir lo que pasó en la década de los 80 y principios de los 90 con
la Unión Patriótica. Tiene que haber garantías para la vida de cada uno de los
militantes, dirigentes y combatientes de cada una de las exinsurgencias.
¿Qué amenaza real
representan Álvaro Uribe y las estructuras paramilitares aún vigentes?
Es una situación de gran riesgo. El
paramilitarismo es una amenaza real, no es inventada. En la época de los ocho
años de gobierno de Álvaro Uribe fue una política de Estado, y en Colombia se
desarrolló con mucha fuerza el terrorismo de Estado como una práctica cotidiana.
Esto no puede ocurrir de nuevo. Por fortuna, hoy el mundo ente-ro está
observando este proceso y, tras la delación de las armas y con la firma de los
acuerdos, el mundo entero seguirá estando atento a lo que aquí ocurra. De todas
formas, es un riesgo bastante grande. La paz tiene enemigos
supremamente poderosos; uno de ellos es Álvaro
Uribe, quien no ha reconocido la
victoria de Santos como sí lo ha hecho su candidato. Todo el mundo la ha
reconocido menos Uribe, y esto es una manera de construir un discurso para legitimar los
actos de violencia. Uribe es una amenaza real.
¿Qué huellas le ha
dejado su vida en la guerrilla?
Cuando uno ha vivido con tanta intensidad
y le ha dedicado toda su vida a la lucha revolucionaria, todos los momentos los
tiene presentes. Pero para el movimiento guerrillero esta es una oportunidad muy
importante de poder superar un conflicto, una guerra de 50 años donde el Estado
no fue capaz de derrotar a las insurgencias, pero donde estas tampoco pudieron
derrotarlo para tomar el poder. En América Latina se están abriendo nuevos espacios.
Hay que tener en cuenta que tenemos en nuestro continente cuatro revoluciones coexistiendo
y combinándose de una manera muy dinámica. Está la revolución Socialista de Cuba,
la Bolivariana de Venezuela, la revolución Ciudadana de Ecuador, la Comunitaria en Bolivia. Esto ha sido a
través de la lucha política y electoral impulsada por nuevos movimientos
políticos y sociales. Yo creo que Colombia tiene esa oportunidad y los
revolucionarios también la obligación de observar estos caminos como
herramientas válidas, muy importantes para poder transitarlos en reemplazo de
la guerra. Los revolucionarios no nacimos para hacer la guerra, para estar
viviendo detrás de un fusil. Nacimos para hacer transformaciones, y si a través
de la guerra revolucionaria no fue posible tomar el poder, habrá que buscar
otros caminos, como está haciendo América Latina.
¿Considera factible
que en un futuro un exguerrillero pueda gobernar en Colombia?
No es descartable. Obviamente, tendrán
que superarse muchos obstáculos y los movimientos exinsurgentes tendrán que
dejar las armas, hacer demostraciones y construir unos canales de comunicación
con la sociedad, el pueblo, para comunicarse en otro tipo de claves, ya no desde
la lucha armada, y lograr construir unos discursos muy convincentes para poder
llevarlos a la sociedad y que esta los entienda y los acoja
como propios. Y que de esa manera pueda también reconocer a los líderes de las
insurgencias como líderes aptos para dirigir los destinos del país. No
lo descarto, pero no en un breve plazo. Quizá tenga que pasar un tiempo, como
en El Salvador. Los colombianos estamos haciendo nuestra lucha por una nueva independencia
y por el derecho a decidir nuestro propio modelo. Tenemos una oportunidad histórica
de poder superar el conflicto y de iniciar una etapa de construcción colectiva de
paz, justicia social, bienestar, en la que todos podemos participar y en la que
ya no habrá excusas para que nadie se deje excluir ni se
sienta excluido. Es la gran oportunidad que, más que las partes, tiene el país y
no puede dejarla escapar.
¿Qué papel deberían
jugar los presos y exiliados?
Los acuerdos tendrán que dar cuenta de
estas realidades que existen. Habrá que crear condiciones con garantías para el
retorno de los revolucionarios, luchadores populares, dirigentes, demócratas que
han tenido que huir del país en busca de refugio. Sin duda, tendrán que
producirse las excarcelaciones de los presos políticos, que han pagado largos
periodos de privación de la libertad. En un proceso de paz y en medio de un clima
de paz, nada más natural que ellos recuperen la libertad.
¿Cómo vivió su
regreso a Colombia tras su exilio y haber pasado ocho años en la cárcel?
No ha sido fácil. Sin embargo, he llegado
a Colombia en medio de una oportunidad de paz en construcción. Esto ha hecho un
poco más favorable que haya podido conectarme con sectores sociales, incluso integrarme
en dinámicas que contribuyen y ayudan a crear un clima positivo para la paz.
Sobre mí hay amenazas de muerte, pero esos son los riesgos que se corren y yo he
decidido estar aquí porque no quería quedarme
fuera de esa oportunidad.
¿Ha sentido rechazo
por su condición de exguerrillero?
Sí. Ese tipo de situaciones se presentan,
aunque tampoco son frecuentes. Afortunadamente, he tenido unos niveles de
diálogo e interlocución con todos los sectores, incluso de derechas y de extrema
derecha. Incluso en algunas ocasiones he podido intercambiar pareceres
con el mismo expresidente Álvaro Uribe, entrar en debates de carácter político-académico
en programas de opinión de radio y televisión. Obviamente que por parte de
estos sectores hay mucho rechazo, pero por parte del pueblo hay aceptación y respeto.
Y, al final, eso es lo que cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario