LOS
FUSILADOS
Prepararse para asumir un
proceso de diálogos y negociación que ponga fin al conflicto político, social y
armado, para las partes supone un
conjunto de actividades preparatorias que van mucho más allá de tomar las
decisiones políticas de superar la lucha armada y crear las condiciones para
encarar los retos de la construcción de paz sostenible y duradera. Designar los
equipos negociadores, definir las agendas, los procedimientos, los tiempos, los
garantes y acompañantes, los lugares y garantías de seguridad; son solo unas
herramientas para que el diálogo y las negociaciones se desarrollen de manera
ordenada hacia la obtención de los resultados propuestos. En la antesala de la
segunda fase de diálogos y negociaciones entre el Gobierno Nacional y las FARC
– EP, el próximo 17 de octubre en Oslo, y de los presuntos y esperados
contactos entre el ELN y el Gobierno para igualmente iniciar negociaciones,
estimo pertinente pedir y proponer al Ejército de Liberación Nacional – ELN, en
mi condición de exmilitante y exdirigente, pero también en mi condición de
ciudadano que junto con la nación entera desea la paz y trabaja por ella, que
la dirigencia de esta organización promueva
y realice una mirada retrospectiva a los 48 años de su existencia y
conflicto armado, haciendo uso de las herramientas contenidas en sus principios
organizativos, tales como la
planificación y evaluación y el de la crítica y la autocrítica, para
extraer lecciones de utilidad a futuro como también para rectificar y reparar
daños infringidos de manera innecesaria.
Me refiero en específico a
los fusilamientos. Si bien esta práctica ha sido proscrita en el ELN desde
finales de los años ochenta, fue utilizada como medio para dirimir luchas
políticas internas y como mecanismo para acallar la disensión y disparidad de
criterios en el debate político interno. A pesar de que estos fenómenos han
sido estudiados y aceptados como prácticas nocivas e incorrectas y documentadas
en textos oficiales como el libro Rojo Y Negro, que compendiara el destacado
dirigente Milton Hernández, aún no se ha realizado la reparación debida frente
a estos errores históricos.
Es momento que el ELN encare
el pasado mirando al futuro, para ponerse a paz y salvo consigo mismo, para
exorcizar los fantasmas que los asaltan en sueños, para reparar al menos la
dignidad y el honor de los fusilados, para mitigar en algo el dolor de sus
seres queridos que no comprenden porqué fueron matados por sus propios hermanos
de lucha, en juicios viciados de prejuicios y amaños.
Pido y propongo que los
juicios-asambleas que los juzgaron sean declarados nulos, que se reconozca
públicamente los fusilamientos como un error histórico, que los nombres de
Jaime Arenas Reyes, Ricardo Lara Parada, Víctor Medina Morón, Julio César
Cortés, Heliodoro Ochoa, Hermídas Ruiz, Carlos Uribe Gaviria, Armando Montaño,
Orlando Romero, Jaime Correa, Enrique Granados, Fernando Chacón, entre otros,
sean rehabilitados en su estatura revolucionaria, que se diga que no son
traidores como se les calificó en su momento y se les catalogó para sumergirlos
en la oscuridad de la historia, que se enaltezcan sus nombres y se les acompañe
con la palabra de compañeros; porque siempre lo fueron, que se les pida perdón
a sus familias porque no debieron ser matados por disentir sobre cómo hacer
mejor la revolución.
Se trata de poner la cara, y
en acto público y sincero ante la organización y la sociedad empezar a
alivianar las cargas que lastran el andar y dificultan asumir la paz como un
todo integral: la paz en el país y la paz en los espíritus. Prepararse para la
paz es prepararse para transformar las prácticas seculares de la guerra en
nuevas prácticas de la dialéctica y la acción política en democracia, pero por
sobre todo es prepararse para la reconciliación nacional, es decir para
convivir y coexistir en paz y respeto con las gentes de esta inmensa nación,
que sabrán valor los actos francos y sinceros, que necesitan de estos actos
antes de renovar u otorgar confianzas. Es por ello que también pido y propongo,
que la dirigencia del Frente Domingo Laín Sáenz, con el temple que los
caracteriza, pida perdón a la Iglesia Católica de Colombia y a su feligresía
por el asesinato, hace 23 años, del obispo de Arauca, Monseñor Jesús Emilio
Jaramillo Monsalve, y que lo haga también el Comando Central como responsable
subsidiario, por la responsabilidad política que le cabe; porque a un obispo no
se le mata, porque si bien el obispo fue un contradictor de la guerrilla en la
región, jamás fue un opositor armado, y ustedes lo saben.
Hechos como este han
producido hondas desgarraduras en la sociedad a lo largo y ancho del territorio
nacional en estos cincuenta años de lucha fratricida. A las puertas de la paz y
de la reconciliación, pido y propongo a todas las partes del conflicto, que firmes
y serenos, de frente y sin miedos, crear los mecanismos y procedimientos, desde
ya, para hacer el balance de 50 años de guerra y reconocer con valor los
errores y así disponernos, a las demandas de la reconciliación, que no son
otras que mucha verdad, mucha reparación y el tamaño de la justicia que haga
posible una paz sostenible y duradera.
Carlos Arturo Velandia J.
11 de octubre de 2012
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