“Al ELN no le gusta que lo ninguneen”
“Mi única militancia es la paz”.
“El diálogo es una forma de
lucha”.
“La guerra ha sido derrotada”.
‘Felipe Torres’, santandereano, fue miembro del
Ejército de Liberación Nacional (ELN). Gabino, su comandante histórico, es de
San Vicente de Chucurí, donde nacieron los elenos al mando de Fabio Vásquez
Castaño en 1964. Antes, en 1950, estuvo allí Rafael Rangel con su guerrilla
liberal. En 1966 murió en un combate el sacerdote Camilo Torres. Los
subversivos fueron desalojados por el Ejército, y el paramilitarismo de Isidro
Carreño puso su parte. Hoy San Vicente es una población pacifica, amable, en
pleno desarrollo.
‘Felipe Torres’ en realidad se llama Carlos Arturo
Velandia Jagua. Su familia goza de reconocimiento social en Bucaramanga. Su
padre fue mi maestro en el glorioso Colegio Santander. A Felipe lo conocí en
conversaciones para que los elenos se vincularan a un proceso de paz, cuando se
les reclamaba abandonar los atentados contra los oleoductos.
Felipe era un ideólogo. Hablaba en santandereano,
duro, afirmativamente, moviendo las manos y abriendo los ojos para poner
énfasis en sus palabras. Un día me encontré con él en Bogotá para hablar sobre
lo que había ocurrido en Tlaxcala. Fue capturado, procesado y condenado por
rebelión. Estuvo preso en Medellín, con Francisco Galán y Francisco Caraballo.
Varias veces los visité, en afanes de paz. Felipe era el mismo convencido,
dialéctico, emotivo, como un cruzado de la convivencia.
Candidato a la Presidencia de la República en 1998,
hice una “serpatón” para financiar la campaña. Recibí un billete de 20.000
pesos firmado por Felipe y Galán. Lo guardo como grato recuerdo de una actitud
sincera por la reconciliación.
Felipe sigue hablando como antes. Ya no es del ELN.
Ahora lucha por la paz. Lo entrevistó Ola Política para
promulgar su valioso testimonio.
HS:
¿Qué opina del esfuerzo por la paz que se está haciendo entre el Gobierno
nacional y las Farc en La Habana?
FT: Este es un proceso a mi juicio totalmente
inédito. En Colombia no había sido posible a lo largo de la historia de “las
paces” (porque van varias), desarrollar una arquitectura del proceso en secreto
y en el exterior, y mantener la reserva durante tanto tiempo. Sólo lo conoció
el mundo cuando las partes estimaron conveniente informarlo, y ya se habían
cubierto seis meses de diálogo. Es inédito porque durante mi exilio en España
estuve estudiando procesos de paz, mirando de qué manera se sirve uno de esas
experiencias. Yo tengo la convicción de que asistimos a un momento histórico en
Colombia, y que vamos a ponerle punto final a 50 años de lucha armada.
HS: A usted lo conocí cuando era miembro activo del
ELN, hablando de la paz. Desde ese momento lo identifiqué como alguien
que buscaba una solución política al conflicto. Luego tuve la oportunidad
de visitarlo varias veces cuando estuvo detenido en Medellín, y seguía siendo
un ardoroso militante de la causa de la paz. ¿Sigue con ese mismo
convencimiento?
FT: Esta es la única militancia que yo tengo en la
actualidad: la paz y la construcción de la justicia social. No tengo militancia
de ninguna otra índole. Fui militante y dirigente de una organización
insurgente durante muchos años y desde allí contribuí al desarrollo de la lucha
armada, obviamente, pero cuando me delegaron representar a mi organización en
procesos de paz, aprendí el valor del dialogo. Hoy encuentro supremamente
valioso el ejercicio de esta ‘forma de lucha’ para lograr las trasformaciones.
Posteriormente, cuando recobré la libertad tomé la decisión de no
regresar a las estructuras clandestinas ni a las montañas, y planteé mi
decisión de contribuirle al país y a la organización en la búsqueda de caminos
para paz.
HS:
Eso me alegra, porque sé que usted es una persona con profundas convicciones
políticas y grandes compromisos intelectuales. A propósito de ello, ¿qué se
puede hacer por la paz como militante de la convivencia?
FT: Primero que todo, se necesita estar
completamente convencido de que la guerra ha sido derrotada como mecanismo para
resolver los grandes problemas. Eso nos lo han demostrado 50 años de
confrontación y al respecto tienen que hacer un balance el Estado, las Fuerzas
Armadas, los partidos y las insurgencias. ¿Cuál es el balance luego de 50
años de lucha armada? Un país devastado. ¿Qué posibilidades tenemos
a futuro? Yo creo que las insurgencias no tienen posibilidad de acceder
al poder. Pero usted pregunta qué puede hacer el ciudadano del común.
Este no tiene otra alternativa que mantenerse en la civilidad, exigir que las
partes enfrentadas que ahora están en una mesa de negociaciones se atornillen a
ella; que no se levanten hasta haber finiquitado el acuerdo que ponga fin a la
confrontación armada. El ciudadano además debe reclamar su participación, estar
dispuesto a participar en el ejercicio a su derecho a construir este país. En
el posconflicto se tendrán que crear escenarios de inclusión, donde el
ciudadano común y corriente pueda expresar su voluntad en relación con los
cambios que necesita el país.
HS: ¿El ELN, a su juicio, está interesado en un
procedimiento similar al que se adelanta en La Habana?
FT: El ELN ha mantenido desde los años 90 la bandera
de la solución política del conflicto. El 18 de julio de 2010 Gabino en un
video le dice al presidente electo Juan Manuel Santos: “hablemos de paz,
retomemos el proceso donde quedó el gobierno anterior. Démosle continuidad,
hombre, hay cosas que se pueden rescatar, ese es nuestro deseo”. El 25 de julio
de ese mismo año es el famoso video de Alfonso Cano, donde dice lo mismo:
“hablemos”. Así las cosas, los dos máximos comandantes de las dos máximas
organizaciones le plantean el diálogo a Santos. Y este en su discurso de
posesión como jefe de Estado le anuncia al país que tiene la llave de la paz,
expresa una voluntad. A partir de ahí se empieza a construir una oportunidad de
oro. Obviamente con decir “hablemos” no está resuelto todo. Posteriormente matan
a Alfonso Cano, pero las Farc mantienen su voluntad de dialogar.
El Ejército de Liberación Nacional también tiene la
voluntad y ha tomado la misma decisión, con una diferencia: que el gobierno
estima que no es el momento de iniciar con el ELN. Hay allí hay un cálculo, una
noción que obviamente a los ‘elenos’ les incomoda muchísimo, a mí en
particular, por esa mirada tan desigual, tan asimétrica que se da con las dos
organizaciones. El hermano del presidente, Enrique Santos Calderón, en una
entrevista a Semana dijo que “los elenos enredan hasta un aplauso”. Eso
obviamente genera irritación en el ELN, porque a nadie le gusta que lo
ninguneen.
HS:
¿Qué puede ocurrir entonces con el ELN, digamos a corto o mediano plazo?
FT: Si a febrero o marzo de 2013 no se ha iniciado
un proceso de diálogo sostenido con el ELN, este podría tomar la decisión de
dejarlo para después, o sea que no se adelantaría ningún proceso de paz con
Juan Manuel Santo en sus primeros cuatro años.
HS: Después de lo de Tlaxcala, con el ELN hubo
nuevos intentos y siempre se pensaba que no faltaba sino el último paso.
Incluso durante el gobierno de Álvaro Uribe, hubo encuentros en La Habana. ¿Qué
pasó a última hora?
FT: Donde más ha logrado mostrar avances el ELN,
curiosamente, fue con el presidente Uribe, a tal punto que se llegó a elaborar
un formato de proceso llamado el Acuerdo Base. Pero Luis Carlos Restrepo
cometió un gran equivoco al confundir los escenarios y los actores, y por eso
yo dije que era un gran irresponsable, y lo sigo sosteniendo. Él creyó que
podía darle al ELN exactamente el mismo tratamiento que le estaba dando a los
grupos de Mancuso o de Jorge 40, cuando pretendió colocar entre la espada y la
pared al movimiento insurgente diciéndoles: "ustedes se concentran y
se identifican, todos sus militantes urbanos y rurales, y los metemos en un
campamento, porque es la única manera de hacer diferenciación y separación
de fuerzas". Eso dinamitó el proceso, lo reventó, y no fue siquiera
posible recoger los muebles de ese naufragio. A Restrepo se le dijo “por ahí no
es la cosa”. Expertos internacionales le dijeron al presidente Uribe que un
proceso de paz nunca se ha hecho así, donde en medio de las conversaciones la
contraparte tuviera que concentrarse y dar sus nombres. Eso era algo totalmente
inédito.
HS: Teniendo en cuenta el ánimo guerrerista y de
querer aplastar a la guerrilla que siempre ha mostrado Uribe, ¿no pudo ocurrir
que este les mandó a Luis Carlos Restrepo, como se dice vulgarmente, a
‘mamarles gallo’?
FT: Eso es muy complicado de afirmar. Con decirle
que Uribe llegó un momento en que le hizo esta oferta al ELN: “si ustedes hacen
un cese de todos los actos de violencia, mañana mismo voy a un campamento, me
reúno con Gabino, firmamos la paz y hacemos los ajustes de ley para que se
vinculen a la lucha política democrática”.
HS: ¿Por qué no firmaron el acuerdo entonces?
FT: Cuando yo hablé con Uribe él por supuesto
respaldó a su Comisionado, pero matizó su propuesta. Me dijo, “dígale a Gabino
que la situación se puede superar, que no es estrictamente indispensable que se
instalen en un sitio”. Y yo le respondí: “presidente, la guerrilla del ELN no
se concentra porque no es un ejército expedicionario, está con la comunidad,
está con las gentes. La fuerza del ELN es más política y organizativa que
armada, el 80 por ciento se dedica a estas actividades y solo un 20 por ciento
a la lucha armada. ¿Cómo pretende usted concentrarnos?” Y él decía: “miremos
entonces que haya algunas agrupaciones territoriales, no tantas como frentes
tengan, pero que si haya agrupamiento en algunas regiones, Por ejemplo que en
Arauca se concentren los que están en los Llanos, y los de Santander y el
Magdalena Medio en un sólo lugar, y los del Tolima y el centro del país
también. Esa era la idea que planteaba el presidente, un nivel de concentración
con más flexibilidad, pero Luís Carlos Restrepo se encargó de conducir todo el
proceso al fracaso.
HS: Lo oigo hablar con un gran sentido de
solidaridad y compromiso con ELN, pero el pasado 26 de marzo el Comando Central
de esa organización expidió un comunicado donde dijo que usted no era “vocero
ni representante” de ellos. Daría la impresión de que eso equivale a una
expulsión. ¿O me equivoco?
FT: No, no está equivocado para nada. No represento
al ELN, pero soy un eleno de principio a fin. Es que lo eleno no es una
camiseta; yo no estaba vinculado a un equipo de fútbol, donde se hacen
transferencias o esas cosas. Yo soy un revolucionario, y me hice revolucionario
en las frondas del Ejército de Liberación Nacional, y por diversas
circunstancias dejé de ser miembro activo, y por eso no lo puedo representar.
Cuando ellos toman esa decisión, porque estiman que las cosas que yo digo
pueden ser interpretadas como que son del ELN, yo siento un gran alivio porque
me quitaron un piano de encima. Porque todo el mundo me miraba como su
representante, cuando no lo era; o como si tuviese vínculos, cuando no los
tengo. De modo que los vínculos que tengo con el ELN no son orgánicos,
pero sí indestructibles, porque son morales, éticos y de grandes afectos.
HS: ¿Y políticos?
FT: Políticos, claro. Todos sus representantes y
combatientes son mis hermanos de afectos. Las tesis políticas del ELN son
conquistables a través de la lucha política y democrática, y a eso es a lo que
yo me dedico: a defender la paz con justicia social, la democracia, la
inclusión de un mejor país; esas son las tesis políticas. Soy eleno, soy
Camilista de aquí a la luna.
HS: Usted le escribió una carta a Gabino donde le
solicitó acabar con acabar con los secuestros. ¿Cree que será escuchado?
FT: Finalmente el ELN tomará esa decisión, porque
lo de los secuestros es un fardo, un lastre supremamente pesado y no tiene por
qué seguir cargándolo, siendo que ninguna de las estructuras se sostiene con
eso. El secuestro es una práctica delincuencial, no una práctica que
desarrollan de manera activa las insurgencias. Las guerrillas no viven de
secuestrar. Entonces ¿qué sentido tiene seguir manteniendo esa figura como si
de eso viviera?
HS: En una entrevista con Alfredo Molano para el
Espectador en agosto del año pasado, usted contó que está sin trabajo.
Entonces, ¿a qué se dedica?
FT: Esto de la paz es un apostolado. Yo tengo muy
importantes amigos vinculados a la labor académica, que me invitan a dictar
charlas con sus estudiantes de ciencias políticas. Y de vez en cuando sale una
consultoría, como el año pasado, cuando fui contratado para producir un libro
sobre los costos y efectos del conflicto armado en Colombia. Ahí precisamente
hice un balance, con el propósito de acercarnos a la verdad histórica, pero también
de decirle al país: “seamos conscientes de lo que nos ha costado, para que no
se vuelva a repetir”.
HS: ¿Cómo ve a los que se oponen al proceso de paz?
Por ejemplo, Fedegán.
FT: Ellos son parte de un país con los que también
hay que hablar y negociar. En mi última columna para Semana.com propuse una
mesa de paz Uribe – Santos, como parte del proceso. Eso tendrá que darse, algún
día ellos deberán sentarse a hablar y buscar acuerdos sobre los grandes
problemas del país, entre estos el problema de la paz y el de la guerra. Uribe
cree que hay que derrotar a las guerrillas y luego conversar, y Santos lo
entiende como ponerle fin al conflicto abriendo espacios y creando climas de
reconciliación. Si queremos realmente poner fin al conflicto armado, tendrá que
haber mucha verdad, mucha reparación, y mucha impunidad para todos.
HS: ¿Cómo así que impunidad?
FT: Es que no concibo que este
proceso de paz vaya a llenar las cárceles con generales o con jefes
guerrilleros. Eso no se va a dar, así no se va hacer la paz en Colombia. Jamás.
Las victimas que hoy con todo derecho reclaman justicia, deberán entender que
para ganar la paz y para que no haya mas victimas, tendrán que sacrificar un
poco sus aspiraciones. Entender que la paz es reparadora y que la paz también
es un acto de justicia. Es decir, no solamente la cárcel es un acto de
justicia; la paz también lo es. Obviamente, hay crímenes que no pueden quedar
en la impunidad y tendrán que ser intervenidos mediante una justicia
transicional. La transicionalidad contempla elementos simbólicos
sancionatorios, donde se les diga a las partes: lo que hicieron no fue bien
hecho, y por eso los sanciona la sociedad y el Estado. Pongo el ejemplo de El
Salvador, donde Joaquín Villalobos, máximo comandante del Ejército Revolucionario
del Pueblo (ERP) termina él asumiendo toda la responsabilidad por los delitos
cometidos. Él fue sancionado “intuitu personae”, o sea que asumió la totalidad
de las sanciones y fue castigado con el destierro y la prohibición –de por
vida- de participar en la vida política y publica de su país. Esta es, a mi
modo de ver, la clase de justicia transicional que podría abrir el camino a la
reconciliación,
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