miércoles, 2 de enero de 2013


“Al ELN no le gusta que lo ninguneen”

“Mi única militancia es la paz”.

 “El diálogo es una forma de lucha”.

“La guerra ha sido derrotada”.

‘Felipe Torres’, santandereano, fue miembro del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Gabino, su comandante histórico, es de San Vicente de Chucurí, donde nacieron los elenos al mando de Fabio Vásquez Castaño en 1964. Antes, en 1950, estuvo allí Rafael Rangel con su guerrilla liberal. En 1966 murió en un combate el sacerdote Camilo Torres. Los subversivos fueron desalojados por el Ejército, y el paramilitarismo de Isidro Carreño puso su parte. Hoy San Vicente es una población pacifica, amable, en pleno desarrollo.

‘Felipe Torres’ en realidad se llama Carlos Arturo Velandia Jagua. Su familia goza de reconocimiento social en Bucaramanga. Su padre fue mi maestro en el glorioso Colegio Santander. A Felipe lo conocí en conversaciones para que los elenos se vincularan a un proceso de paz, cuando se les reclamaba abandonar los atentados contra  los oleoductos.

Felipe era un ideólogo. Hablaba en santandereano, duro, afirmativamente, moviendo las manos y abriendo los ojos para poner énfasis en sus palabras. Un día me encontré con él en Bogotá para hablar sobre lo que había ocurrido en Tlaxcala. Fue capturado, procesado y condenado por rebelión. Estuvo preso en Medellín, con Francisco Galán y Francisco Caraballo. Varias veces los visité, en afanes de paz. Felipe era el mismo convencido, dialéctico, emotivo, como un cruzado de la convivencia.

Candidato a la Presidencia de la República en 1998, hice una “serpatón” para financiar la campaña. Recibí un billete de 20.000 pesos firmado por Felipe y Galán. Lo guardo como grato recuerdo de una actitud sincera por la reconciliación.

Felipe sigue hablando como antes. Ya no es del ELN. Ahora lucha por la paz. Lo entrevistó Ola Política para promulgar su valioso testimonio.

HS: ¿Qué opina del esfuerzo por la paz que se está haciendo entre el Gobierno  nacional y las Farc en La Habana?
FT: Este es un proceso a mi juicio totalmente inédito. En Colombia no había sido posible a lo largo de la historia de “las paces” (porque van varias), desarrollar una arquitectura del proceso en secreto y en el exterior, y mantener la reserva durante tanto tiempo. Sólo lo conoció el mundo cuando las partes estimaron conveniente informarlo, y ya se habían cubierto seis meses de diálogo. Es inédito porque durante mi exilio en España estuve estudiando procesos de paz, mirando de qué manera se sirve uno de esas experiencias. Yo tengo la convicción de que asistimos a un momento histórico en Colombia, y que vamos a ponerle punto final  a 50 años de lucha armada.

HS: A usted lo conocí cuando era miembro activo del ELN, hablando de la paz. Desde ese momento lo identifiqué como alguien  que buscaba una solución política al conflicto. Luego tuve la oportunidad de visitarlo varias veces cuando estuvo detenido en Medellín, y seguía siendo un ardoroso militante de la causa  de la paz. ¿Sigue con ese mismo convencimiento?
FT: Esta es la única militancia que yo tengo en la actualidad: la paz y la construcción de la justicia social. No tengo militancia de ninguna otra índole. Fui militante y dirigente de una organización insurgente durante muchos años y desde allí contribuí al desarrollo de la lucha armada, obviamente, pero cuando me delegaron representar a mi organización en procesos de paz, aprendí el valor del dialogo. Hoy encuentro supremamente valioso el ejercicio de esta ‘forma de lucha’ para lograr las trasformaciones. Posteriormente, cuando recobré  la libertad tomé la decisión de no regresar a las estructuras clandestinas ni a las montañas, y planteé mi decisión de contribuirle al país y a la organización en la búsqueda de caminos para paz.




HS: Eso me alegra, porque sé que usted es una persona con profundas convicciones políticas y grandes compromisos intelectuales. A propósito de ello, ¿qué se puede hacer por la paz como militante de la convivencia? 
FT: Primero que todo, se necesita estar completamente convencido de que la guerra ha sido derrotada como mecanismo para resolver los grandes problemas. Eso nos lo han demostrado 50 años de confrontación y al respecto tienen que hacer un balance el Estado, las Fuerzas Armadas, los partidos y las insurgencias. ¿Cuál es el balance luego de 50  años de lucha  armada? Un país devastado. ¿Qué posibilidades tenemos a futuro? Yo creo que las insurgencias no tienen  posibilidad de acceder al poder.  Pero usted pregunta qué puede hacer el ciudadano del común. Este no tiene otra alternativa que mantenerse en la civilidad, exigir que las partes enfrentadas que ahora están en una mesa de negociaciones se atornillen a ella; que no se levanten hasta haber finiquitado el acuerdo que ponga fin a la confrontación armada. El ciudadano además debe reclamar su participación, estar dispuesto a participar en el ejercicio a su derecho a construir este país. En el posconflicto se tendrán que crear escenarios de  inclusión, donde el ciudadano común y corriente pueda expresar su voluntad en relación con los cambios que necesita el país.

HS: ¿El ELN, a su juicio, está interesado en un procedimiento similar al que se adelanta en La Habana?
FT: El ELN ha mantenido desde los años 90 la bandera de la solución política del conflicto. El 18 de julio de 2010 Gabino en un video le dice al presidente electo Juan Manuel Santos: “hablemos de paz, retomemos el proceso donde quedó el gobierno anterior. Démosle continuidad, hombre, hay cosas que se pueden rescatar, ese es nuestro deseo”. El 25 de julio de ese mismo año es el famoso video de Alfonso Cano, donde dice lo mismo: “hablemos”. Así las cosas, los dos máximos comandantes de las dos máximas organizaciones le plantean el diálogo a Santos. Y este en su discurso de posesión como jefe de Estado le anuncia al país que tiene la llave de la paz, expresa una voluntad. A partir de ahí se empieza a construir una oportunidad de oro. Obviamente con decir “hablemos” no está resuelto todo. Posteriormente matan a Alfonso Cano, pero las Farc mantienen su voluntad de dialogar. 

El Ejército de Liberación Nacional también tiene la voluntad y ha tomado la misma decisión, con una diferencia: que el gobierno estima que no es el momento de iniciar con el ELN. Hay allí hay un cálculo, una noción que obviamente a los ‘elenos’ les incomoda muchísimo, a mí en particular, por esa mirada tan desigual, tan asimétrica que se da con las dos organizaciones. El hermano del presidente, Enrique Santos Calderón, en una entrevista a Semana dijo que “los elenos enredan hasta un aplauso”. Eso obviamente genera irritación en el ELN, porque a nadie le gusta que lo ninguneen. 


HS: ¿Qué puede ocurrir entonces con el ELN, digamos a corto o mediano plazo?
FT: Si a febrero o marzo de 2013 no se ha iniciado un proceso de diálogo sostenido con el ELN, este podría tomar la decisión de dejarlo para después, o sea que no se adelantaría ningún proceso de paz con Juan Manuel Santo en sus primeros cuatro años.

HS: Después de lo de Tlaxcala, con el ELN hubo nuevos intentos y siempre se pensaba que no faltaba sino el último paso. Incluso durante el gobierno de Álvaro Uribe, hubo encuentros en La Habana. ¿Qué pasó a última hora?
FT: Donde más ha logrado mostrar avances el ELN, curiosamente, fue con el presidente Uribe, a tal punto que se llegó a elaborar un formato de proceso llamado el Acuerdo Base. Pero Luis Carlos Restrepo cometió un gran equivoco al confundir los escenarios y los actores, y por eso yo dije que era un gran irresponsable, y lo sigo sosteniendo. Él creyó que podía darle al ELN exactamente el mismo tratamiento que le estaba dando a los grupos de Mancuso o de Jorge 40, cuando pretendió colocar entre la espada y la pared al movimiento insurgente diciéndoles: "ustedes  se concentran y se identifican, todos sus militantes urbanos y rurales, y los metemos en un campamento, porque es la única manera de hacer diferenciación y separación  de fuerzas". Eso dinamitó el proceso, lo reventó, y no fue siquiera posible recoger los muebles de ese naufragio. A Restrepo se le dijo “por ahí no es la cosa”. Expertos internacionales le dijeron al presidente Uribe que un proceso de paz nunca se ha hecho así, donde en medio de las conversaciones la contraparte tuviera que concentrarse y dar sus nombres. Eso era algo totalmente inédito.

HS: Teniendo en cuenta el ánimo guerrerista y de querer aplastar a la guerrilla que siempre ha mostrado Uribe, ¿no pudo ocurrir que este les mandó a Luis Carlos Restrepo, como se dice vulgarmente, a ‘mamarles gallo’? 
FT: Eso es muy complicado de afirmar. Con decirle que Uribe llegó un momento en que le hizo esta oferta al ELN: “si ustedes hacen un cese de todos los actos de violencia, mañana mismo voy a un campamento, me reúno con Gabino, firmamos la paz y hacemos los ajustes de ley para que se vinculen a la lucha política democrática”. 

HS: ¿Por qué no firmaron el acuerdo entonces?
FT: Cuando yo hablé con Uribe él por supuesto respaldó a su Comisionado, pero matizó su propuesta. Me dijo, “dígale a Gabino que la situación se puede superar, que no es estrictamente indispensable que se instalen en un sitio”. Y yo le respondí: “presidente, la guerrilla del ELN no se concentra porque no es un ejército expedicionario, está con la comunidad, está con las gentes. La fuerza del ELN es más política y organizativa que armada, el 80 por ciento se dedica a estas actividades y solo un 20 por ciento a la lucha armada. ¿Cómo pretende usted concentrarnos?” Y él decía: “miremos entonces que haya algunas agrupaciones territoriales, no tantas como frentes tengan, pero que si haya agrupamiento en algunas regiones, Por ejemplo que en Arauca se concentren los que están en los Llanos, y los de Santander y el Magdalena Medio en un sólo lugar, y los del Tolima y el centro del país también. Esa era la idea que planteaba el presidente, un nivel de concentración con más flexibilidad, pero Luís Carlos Restrepo se encargó de conducir todo el proceso al fracaso.


HS: Lo oigo hablar con un gran sentido de solidaridad y compromiso con ELN, pero el pasado 26 de marzo el Comando Central de esa organización expidió un comunicado donde dijo que usted no era “vocero ni representante” de ellos. Daría la impresión de que eso equivale a una expulsión. ¿O me equivoco?
FT: No, no está equivocado para nada. No represento al ELN, pero soy un eleno de principio a fin. Es que lo eleno no es una camiseta; yo no estaba vinculado a un equipo de fútbol, donde se hacen transferencias o esas cosas. Yo soy un revolucionario, y me hice revolucionario en las frondas del Ejército de Liberación Nacional, y por diversas circunstancias dejé de ser miembro activo, y por eso no lo puedo representar. Cuando ellos toman esa decisión, porque estiman que las cosas que yo digo pueden ser interpretadas como que son del ELN, yo siento un gran alivio porque me quitaron un piano de encima. Porque todo el mundo me miraba como su representante, cuando no lo era; o como si tuviese vínculos, cuando no los tengo.  De modo que los vínculos que tengo con el ELN no son orgánicos, pero sí indestructibles, porque son morales, éticos y de grandes afectos.

HS: ¿Y políticos?
FT: Políticos, claro. Todos sus representantes y combatientes son mis hermanos de afectos. Las tesis políticas del ELN son conquistables a través de la lucha política y democrática, y a eso es a lo que yo me dedico: a defender la paz con justicia social, la democracia, la inclusión de un mejor país; esas son las tesis políticas. Soy eleno, soy Camilista de aquí a la luna. 

HS: Usted le escribió una carta a Gabino donde le solicitó acabar con acabar con los secuestros. ¿Cree que será escuchado?
FT: Finalmente el ELN tomará esa decisión, porque lo de los secuestros es un fardo, un lastre supremamente pesado y no tiene por qué seguir cargándolo, siendo que ninguna de las estructuras se sostiene con eso. El secuestro es una práctica delincuencial, no una práctica que desarrollan de manera activa las insurgencias. Las guerrillas no viven de secuestrar. Entonces ¿qué sentido tiene seguir manteniendo esa figura como si de eso viviera? 

HS: En una entrevista con Alfredo Molano para el Espectador en agosto del año pasado, usted contó que está sin trabajo. Entonces, ¿a qué se dedica?
FT: Esto de la paz es un apostolado. Yo tengo muy importantes amigos vinculados a la labor académica, que me invitan a dictar charlas con sus estudiantes de ciencias políticas. Y de vez en cuando sale una consultoría, como el año pasado, cuando fui contratado para producir un libro sobre los costos y efectos del conflicto armado en Colombia. Ahí precisamente hice un balance, con el propósito de acercarnos a la verdad histórica, pero también de decirle al país: “seamos conscientes de lo que nos ha costado, para que no se vuelva a repetir”.

HS: ¿Cómo ve a los que se oponen al proceso de paz? Por ejemplo, Fedegán. 
FT: Ellos son parte de un país con los que también hay que hablar y negociar. En mi última columna para Semana.com propuse una mesa de paz Uribe – Santos, como parte del proceso. Eso tendrá que darse, algún día ellos deberán sentarse a hablar y buscar acuerdos sobre los grandes problemas del país, entre estos el problema de la paz y el de la guerra. Uribe cree que hay que derrotar a las guerrillas y luego conversar, y Santos lo entiende como ponerle fin al conflicto abriendo espacios y creando climas de reconciliación. Si queremos realmente poner fin al conflicto armado, tendrá que haber mucha verdad, mucha reparación, y mucha impunidad para todos.

HS: ¿Cómo así que impunidad?
FT: Es que no concibo que este proceso de paz vaya a llenar las cárceles con generales o con jefes guerrilleros. Eso no se va a dar, así no se va hacer la paz en Colombia. Jamás. Las victimas que hoy con todo derecho reclaman justicia, deberán entender que para ganar la paz y para que no haya mas victimas, tendrán que sacrificar un poco sus aspiraciones. Entender que la paz es reparadora y que la paz también es un acto de justicia. Es decir, no solamente la cárcel es un acto de justicia; la paz también lo es. Obviamente, hay crímenes que no pueden quedar en la impunidad y tendrán que ser intervenidos mediante una justicia transicional. La transicionalidad contempla elementos simbólicos sancionatorios, donde se les diga a las partes: lo que hicieron no fue bien hecho, y por eso los sanciona la sociedad y el Estado. Pongo el ejemplo de El Salvador, donde Joaquín Villalobos, máximo comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) termina él asumiendo toda la responsabilidad por los delitos cometidos. Él fue sancionado “intuitu personae”, o sea que asumió la totalidad de las sanciones y fue castigado con el destierro y la prohibición –de por vida- de participar en la vida política y publica de su país. Esta es, a mi modo de ver, la clase de justicia transicional que podría abrir el camino a la reconciliación,
Tomado de: http://www.olapolitica.com/?q=content/%E2%80%9Cal-eln-no-le-gusta-que-lo-ninguneen%E2%80%9D

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