Las presiones y los spoilers pueden reventar el
proceso de paz
Por Carlos Arturo Velandia Jagua
OPINIÓN
Si lo que se quiere es celeridad para llegar a acuerdos, es momento de
empezar a discutir los aspectos de la problemática del desarrollo agrario.
Antes de partir para La Habana,
la delegación gubernamental para los diálogos de paz con las FARC-EP, su
titular, Humberto de la Calle Lombana, expresó el interés del Gobierno de
“meter más ritmo al proceso” para obtener acuerdos en la mesa de negociaciones,
con el fin de mantener el apoyo e interés de la sociedad activo y rodeando al
proceso.
Si bien éste es un aspecto que las partes en una mesa de negociaciones
deben procurar permanentemente, la insistencia de un solo lado puede entenderse
como una presión a su contraparte, lo que no es de buen recibo; razón ésta que
ha motivado una respuesta contundente de la delegación de FARC-EP al entrar a
la sede de los diálogos el día lunes 14 de enero, en la que invitan al Gobierno
a pasar de la retórica y la demagogia a la puesta en práctica de las medidas
que hagan posible superar los hondos desequilibrios económicos, políticos y
sociales. Además, han dado a conocer a la opinión pública la primera de 10
propuestas sobre “Reforma Agraria Integral”, construidas luego de
analizar los cientos de propuestas que desde la sociedad le hicieran llegar a
las partes, en las Mesas Regionales de paz promovidas por el Congreso de la
República, del Encuentro Internacional Pueblos Construyendo Paz, las propuestas
colgadas en la página web de la Mesa de Conversaciones y del Foro de Política
de Desarrollo Agrario Integral con Enfoque Territorial; de tal modo que si lo
que se quiere es celeridad para llegar a acuerdos, es momento de empezar a
discutir los aspectos que integran la honda problemática del desarrollo
agrario, de la tenencia y usos de la tierra, del modelo económico que haga
posible la soberanía alimentaria y la protección de la biodiversidad y
ecosistemas.
Planteadas así las cosas, en el inicio de esta fase de negociaciones,
las FARC-EP han tomado la iniciativa al llevar a la mesa contenidos y
propuestas, las que el Gobierno no podrá ignorar y a las que tendrá que
responder o contraproponer, pero igual el tiempo y el ritmo ya estará marcado
por los avances hacia acuerdos en esas materias de discusión.
El Gobierno, al presionar con el tiempo, está enviando un mensaje de
apremio suscitado por otras motivaciones, como por ejemplo el interés
reelectoral del presidente Juan Manuel Santos, lo cual no es conveniente porque
para las FARC-EP sus angustias no están en tener “todo listo para noviembre”,
como lo desea el Gobierno. Los apremios de FARC-EP están en lograr una base
sólida de acuerdos en materia agraria suficiente, que modifique el statu-quo
vigente sobre la cuestión agraria y la tierra, como motivo poderoso para dejar
las armas y avanzar de la lucha armada a la lucha política con garantías y en
democracia. Entenderlo así es importante, de lo contrario se seguirán
ejerciendo presiones indebidas que generan malestar en la mesa, enredan el
trámite de las discusiones y alargan los tiempos, en lugar de acortarlos;
además de que ponen en riesgo la continuidad y estabilidad de los diálogos.
A esta altura de las negociaciones, es conveniente llamar la atención
sobre la necesidad que tienen las partes de hacer oídos sordos a la
beligerancia verbal y provocaciones, que vengan desde “las barras bravas” de
las partes, que como hooligans en un partido de fútbol están dispuestas a
destruir el mobiliario urbano gane o pierda su equipo preferido. Corren rumores
de que se estarían fraguando acciones violentas contra personas allegadas a las
partes y afines al proceso de paz. Situaciones de estas las hemos vivido en
otros momentos, con resultados devastadores que el país conoce. Hace solo unos
días en París fueron asesinadas tres activistas Kurdas, en momentos en que se
están desarrollando conversaciones para el inicio de un proceso de paz entre el
Gobierno de Turquía y el PKK – Partido de los Trabajadores del Kurdistán,
crimen que a todas luces está dirigido a impedir un acuerdo que ponga fin a la
guerra de 25 años que se desarrolla en esa parte del mundo, por la
independencia, soberanía y territorio para una nación de 40 millones de
personas: el pueblo Kurdo.
Guardando las distancias de este hecho, pero teniéndolo como referente
en el horizonte, el proceso de paz en Colombia no está exento de la acción de
energúmenos ni de spoilers, que ven en la paz una amenaza para sus privilegios
o la detención de poder y consideran a los pacifistas o actores de la paz como
sus enemigos o sujetos merecedores del azote de sus lenguas o sus armas. Cuidar
el proceso es cultivar la paz.
En Twitter: @CarlosVelandiaJ
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