POLÍTICA 14
JUN 2014 - 12:09 PM
La paz como estrategia electoral
Santos,
que ha hecho de la política de paz su bandera, se enfrenta a Zuluaga, candidato
opositor uribista, que excepto al final de la campaña había mostrado una
posición contraria.
Por: Vicenç Fisas
En
pocos días, ambos candidatos han jugado fuerte con sus cartas, especialmente el
presidente Santos, que en la última semana ha conseguido un preacuerdo con las
FARC sobre el delicado tema de las víctimas, en las que todas las partes
reconocen su responsabilidad, y el más reciente anuncio de que se estaba
explorando con la guerrilla del ELN, el inicio de una negociación formal.
En el
mismo día, sorprendió la declaración del candidato presidencial, Óscar Iván
Zuluaga, que ganó en la primera vuelta, en el sentido de que si llegara a la
presidencia, continuaría con los diálogos de Cuba con las FARC, pero con
condiciones más severas y plazos que garantizaran avances tangibles.
Concretamente, especificó que las FARC deberían acabar completamente con el
reclutamiento de menores y comprometerse con el desminado. Hasta el momento, se
había opuesto rotundamente a continuar negociando con la guerrilla, por lo que
su nuevo planteamiento fue interpretado como una maniobra electoral. Una semana
antes de celebrarse la segunda vuelta electoral, y con las encuestas de opinión
desfavorables para el presidente Santos, Gobierno y FARC sorprendieron al hacer
pública una “Declaración de principios para la discusión del punto 5 de la
Agenda: “Víctimas”, en la que reconocían sus responsabilidades en el conflicto
y se comprometían a dar la palabra a las víctimas. Al mismo tiempo, las FARC
anunciaron un cese el fuego unilateral durante la última semana de la campaña
electoral.
Pero eso
no es todo. Cuatro días antes de la segunda vuelta de las elecciones
presidenciales, e inmediatamente después de que Gobierno y FARC sellaran el
preacuerdo para abordar el tema de las víctimas, el presidente Santos anunció
el día 10 que desde finales del 2013, el Gobierno mantenía contactos
exploratorios con la guerrilla del ELN, con un largo encuentro de 21 días en
Ecuador, en enero, y una segunda ronda en Brasil, de 20 días, además de otras
reuniones de corta duración. La delegación gubernamental estuvo dirigida por
Frank Pearl, ex comisionado de paz y ex director del programa de reintegración,
el general retirado Eduardo Berbel, experto en negociaciones y procesos de paz,
y Jaime Avendaño, veterano funcionario de la Presidencia. Por parte del ELN,
asistió “Antonio García”, jefe militar de la guerrilla, junto a otros cuatro
delegados, que también intervino en las malogradas negociaciones celebradas
entre 2005 y 2007 en Cuba. Es considerado como un hombre duro, lo que garantiza
que, de lograrse un acuerdo preliminar con el Gobierno, que no habrá disidencia
en las filas del ELN. Como países garantes actúan Ecuador, Brasil y Noruega, y
como países acompañantes, Venezuela, Chile y Cuba. Al parecer, la exploración
no fue fácil, pues el Gobierno no aceptaba, entre otras cosas, el cese
bilateral del fuego que exigía el ELN. Según algunos medios, lo más probable
sería que la negociación formal se haga en Ecuador, cuyo presidente ya ha
ofrecido su territorio para este menester.
Al
existir avances en la agenda con las FARC, una futura negociación formal con el
ELN podría pasar por aceptar los puntos ya firmados con las FARC, y quizás el
abandono, al menos como primera exigencia, de la vieja aspiración del ELN de
crear una Convención Nacional. Podría ser que el ELN mantuviera su interés
principal en el tema del control de los recursos energéticos, tema que no está
presente en la agenda de las FARC. El presidente Santos insistió en que no
habría dos modelos diferentes de negociación, sino uno solo, por lo que FARC y
ELN tendrán que ponerse de acuerdo en los próximos meses en relación a los
temas que quedan en la agenda: el de las víctimas, que se ha empezado a
discutir, y el del fin del conflicto, que a mi entender contiene un punto
sumamente delicado, por la diferente posición de las dos delegaciones, relativo
a la dejación de armas. Si gana Santos y hay continuidad en las negociaciones,
vaticino un terremoto cuando se plantee el tema del desarme, pues las FARC no
dejarán las armas sin tener garantías de que lo aprobado en las negociaciones
se va a cumplir, y de inmediato tras la firma de un Acuerdo de Paz. Eso
implicará a terceras instancias (países como Noruega, Cuba, Chile, Venezuela, Brasil
y Ecuador), y organismos internacionales, como Naciones Unidas, que en su
momento ya mostró su disposición a ayudar en el postconflicto. En cualquier
caso, Colombia tiene una oportunidad de oro para terminar con 50 años de
enfrentamiento con las guerrillas. Eso no comportará la paz de manera
inmediata, pero se habrán sentado las bases para reforzar el papel del Estado y
la oposición para transformar al país desde la democracia.
Director
de la Escuela de Cultura de Paz de la UAB y autor de los Anuarios de Procesos
de Paz *
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