lunes, 28 de julio de 2014

¿QUÉ TAN DIFÍCIL ES PEDIR PERDÓN?

'Se necesita coraje para pedir perdón': exguerrillero del Eln



¿Qué tan difícil es pedir perdón?
Entrevista con el exguerrillero y exdirigente del Eln Carlos Velandia, alias 'Felipe Torres'.

¿Le digo Felipe Torres o Carlos Velandia?
Carlos Arturo Velandia. Ese es el nombre con el que me bautizaron mis padres. Felipe ha quedado atrás. Quiero construir una nueva historia.
¿Por qué escogió el alias de ‘Felipe Torres’?
Fundamentalmente fue en homenaje a un tío abuelo, hermano de mi abuela que en la guerra de los Mil Días se perdió. Sesenta años después volvieron a encontrarse por una casualidad. Yo estaba bastante chico cuando reapareció en nuestras vidas ese tío abuelo, y me impresionaba mucho saber que había estado en la guerra. Cuando me vinculé a la lucha revolucionaria tomé su nombre, quizás como homenaje o porque quería parecerme en algo a él.
¿Qué jerarquía tenía usted en el Eln?
Era miembro de la dirección nacional.
¿Cuántos años duró de guerrillero?
Desde los años 70 hasta el 2000. Treinta años.
Hasta que lo coge preso el Ejército...
Eso fue en el 94, hace 20 años. Estábamos precisamente viviendo la euforia del Mundial, había pasado el cinco a cero de Colombia con Argentina. Me capturaron y estuve 10 años en prisión, posteriormente 7 años en el exilio y hace 2 regresé al país.
¿Qué está haciendo hoy?
Soy un activista del tema de la paz, aunque nadie me escuche. Dicto conferencias, la mayoría gratuitas porque los amigos me invitan a dictar charlas en las universidades y no pagan por eso. Eventualmente elaboro documentos. Por eso sí me pagan, pero no mucho.
¿Es dura esa realidad laboral para un hombre que ha abandonado las armas?
Muy dura. Aunque ya no tengo deudas absolutamente con nadie, ni con el Estado, porque las saldé en los términos de la ley que me castigó. Pagué hasta el último día, hasta el último segundo.
¿No tiene facilidades laborales? ¿Difícilmente lo acogen?
Esta es una de las situaciones más complejas que tendrán que abordar contingentes de ex insurgentes cuando hagan la dejación de armas hacia unos procesos en búsqueda de inclusión política y de inserción laboral, esperando que haya una sociedad con los brazos abiertos. No la van a encontrar. Eso no es lo real, es ilusión. Quizá esa apertura de brazos habrá que construirla, pero necesitará cambios generacionales.
Está libre de la justicia. ¿También de las ataduras de la guerrilla?
Totalmente. No tengo ningún tipo de vínculo orgánico, ni político, ni relación de mando u obediencia. Soy totalmente libre.
¿Sigue siendo vocero del Eln como lo fue estando preso, durante el fallido proceso de Maguncia?
No. Vocero soy solo de mí mismo. Todas las opiniones que yo doy, mis puntos de vista, son mías y de más nadie. Obviamente, no dejo de ser un ‘eleno’, porque son más de 30 años contribuyendo en la construcción de un pensamiento, de una forma de ser, de presentarse y de actuar. Yo no podría ser un liberal, ni un comunista, ni un conservador, ni un ‘verde’. Soy un ‘eleno’ y no lo puedo evitar.
¿Aspira a pertenecer algún día a algo legal que se llame ‘Partido Eleno’?
No, yo no creo que el Eln tenga mucho interés en crear un nuevo partido político. Yo creo que lo ‘eleno’ es una forma de ser.
¿Cómo es esa forma de ser?
Tener un alto sentido del humanismo y asumir la causa de la revolución con sacrificio. Y con una disposición a servir, no a servirse de. Implica estar dispuesto a entregar la vida, a entregarlo todo.
¿Y en esa manera de ser, dónde entran las armas?
Las armas entraron quizá como algo inevitable, ante los reclamos de una sociedad, de un país que se la jugaba con la cédula en la mano, pero era excluido. Después, la guerra va tomando su propia vida; es como un animal que crece y se hace totalmente autónomo y a veces ingobernable.
¿Hoy piensa lo mismo?
Las armas cumplieron un papel en Colombia. Hoy, esta guerra es totalmente inútil. Hay que superarla a la mayor brevedad posible. Porque mientras tanto otros países pasan adelante, están construyendo, entrando en la modernidad, y nosotros nos quedamos en la pre-modernidad.
¿No cree que al Eln se le está haciendo tarde para eso?
Creo que sí. Pero no es exclusivamente por voluntad del Eln; es también del Gobierno, como vocero del Estado, y de una parte también importante de la sociedad. Dejar al Eln en un segundo lugar le hace daño también al proceso. Quizá hubiese avanzado mucho más si se hubiera arrancado a conversar de manera simultánea con las dos organizaciones. Pero aquí se ha impuesto la lógica de la amenaza mayor y, para la seguridad nacional, para la estabilidad institucional, para la democracia, esas son las Farc.
Eso es porque el Eln tiene menos guerrilleros que las Farc, no porque tenga menos ganas de hacer daño...
Quizá, también. Pero, además, porque el Eln ha venido construyendo unos perfiles donde la política tiene mucho más valor, con sus tesis y las propuestas, que los mismos tiros.
Sorprendió mucho al país que, en un reciente foro del Centro de Memoria Histórica, usted se paró y le pidió perdón al exsenador Juan Fernando Cristo, a quien el Eln le asesinó a su papá...
Estando en ese encuentro de Memoria Histórica, empiezan las víctimas a hacer el relato de cómo han vivido el dolor y la desgarradura de los hechos de violencia. Piden explicaciones y no hay una respuesta para ellos válida. Yo estaba allí, en medio, y sentía que algunas de esas preguntas podría responderlas, o al menos intentarlo. En cierta forma, dar la cara. Para mí, en ese momento, fue una situación ineludible. No podía permanecer en mi asiento y hacer oídos sordos a lo que estaba pasando allí. Fue producto de una construcción interna, no porque se me ‘chispotió’. Y también de una necesidad que, yo creo, tenemos todos los que hemos estado involucrados de manera directa en el conflicto. La de dar la cara al país, intentar mirar a los ojos a los contradictores, y a las víctimas con mucha más razón, y darles las explicaciones que sean del caso.
Pero usted no participó, hay que aclararlo aquí, en el asesinato del papá del senador, porque estaba preso. Claro que seguía militando en ese movimiento armado...
No participé y es cierto que estábamos presos con ‘Pacho Galán’ y andábamos en conversaciones de paz con el gobierno del presidente Ernesto Samper. Nos cayó como un baldado de agua fría porque sabíamos que eso iba a interrumpir el proceso y al mismo tiempo, también, porque dentro de la organización se venían generando unas pujas que explican un poco la muerte del señor Cristo.
¿Qué tan difícil es pedir perdón?
Muy difícil. No porque cueste trabajo construir la idea de pedir perdón; es escoger el momento y tomar la decisión. Es decir, en mi caso diría que es tener los pantalones, tener el coraje, salir y dar la cara.
¿Sentía, por parte del auditorio, incredulidad, odio o comprensión? ¿Qué vio, por ejemplo, en los ojos del senador Cristo?
Él y todo el mundo estaban sorprendidos. En el auditorio, el silencio y el respeto por las víctimas eran impresionantes. Era el momento de ellas. Me permitieron decir, en últimas, lo que yo quería decir, de la manera que yo lo quería decir.
Un buen ejemplo para las Farc, que, frente a las víctimas, se han mostrado tan arrogantes...
El camino que yo tomé es inevitable para todos, para ellos y para las partes. Hasta para el Estado, que tiene agentes muy comprometidos en el conflicto. Y que también tendrá que pedir perdón en su momento, para que pueda haber una verdadera reconciliación. Yo sí quisiera la verdad de lo que pasó. ¿Por qué desaparecieron a un hermano mío de la misma manera como desaparecieron y asesinaron a una hermana de ‘Gabino’? Los militantes de las guerrillas también han sido golpeados, han sido victimizados, lo cual no significa que no tengan la condición de victimarios.
¿Acaso haber sido victimario y luego víctima empareja?
No. En términos de justicia, el victimario debe estar dispuesto a recibir el castigo que amerite por los crímenes y delitos que haya cometido. Aquí cada cual debe responder por sus actos, pero también con proporcionalidad. Pero el Estado tampoco debió permitirse ese tipo de actuaciones.
Eso no tiene discusión. Pero hay personas que aún sostienen que el paramilitarismo surgió por una necesidad de la sociedad de defenderse...
Esa es la lectura de algunos, pero no justifica la complicidad de actores del Estado ni en términos éticos, ni morales, ni jurídicos. El Estado está fundado sobre la legalidad. Ni mi familia ni yo pedimos dinero alguno. Estamos esperando solo la verdad. Es el camino de la reconciliación. Lo material, la calidad de vida que debemos construir, lo hará la sociedad en el posconflicto; pero hoy, con esos gestos tenemos que superar este conflicto, que se ha convertido en un obstáculo para todo. Pero también se necesita no una negociación, sino un diálogo entre el presidente Juan Manuel Santos y el expresidente Uribe.
¿Si el Presidente dialoga con las Farc, por qué no con Uribe?
No es posible hacer la paz a expensas de Álvaro Uribe Vélez, de lo que él representa, ni de las fuerzas que lo acompañan. La paz tendrá que ser con ellos, porque son parte de este país, de esta realidad. Cierre los ojos e imagínese por un momento una mesa en la que estén Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe, ‘Timochenko’ y ‘Gabino’. No negociando el país, ni la economía, ni la democracia. Filosofando uno poco, solo discutiendo la noción de país hacia el futuro.
Ni cerrando los ojos me puedo imaginar esa mesa... Una última pregunta: ¿está en paz con usted mismo?
Soy un inconforme, la tarea está a medio hacer, pero me sentiré muy contento si logramos la paz. Así completaría la obra de mi vida, que ha sido incompleta. Quise ser médico y me quedé en la mitad. Hice una carrera de administración de empresas y se quedó en la mitad. Quisimos llegar a la toma del poder y nos quedamos en la mitad. Quise ser padre, tengo dos hijos, pero ni ellos me tienen ni yo nunca los tuve.
¿Eso no es culpa suya, por escoger el camino que no era?
No, ese era el camino, pero tiene todos estos vericuetos, todos estos costos. Quizás lo que pueda parecerse un poco más a una obra más completa es que haya paz, en el entendido de que se supere la violencia, de que ya no va a ser un acicate ni una herramienta para hacer la política, y de que se abren espacios de inclusión y de discusión de los grandes problemas del país. Creo que si esto se logra, estaré un poco más conforme.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO

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