LA
PAZ ES AHORA, CARAJO
La reciente tormenta
desatada en el proceso de diálogos de paz, por cuenta del lenguaje fuerte del
presidente Santos en su comparecencia internacional en estrados diplomáticos y
en la Asamblea General de la ONU, en los que no ahorró esfuerzo para destacar un
perfil de terroristas y narcotraficantes al referirse a las FARC-EP, y el
lenguaje contundente del comandante de esta organización guerrillera, Timoleón
Jiménez, al referirse a la persona del presidente Santos y anunciar la
publicación de un informe, que supuestamente ponía en riesgo el principio de
confidencialidad pactado; hicieron temer la posibilidad de un rompimiento,
respaldado por la opinión poco sesuda y apresurada del bisoño Director del
partido Liberal, Simón Gaviria Muñoz, y luego por la del calenturiento
exministro de Defensa Gabriel Silva Luján, quienes llaman a coro a romper las
conversaciones; muestra que el proceso
de La Habana está sujeto a fuertes presiones y mucho más frágil de lo que se
esperaba.
Por fortuna, el presidente
Santos y Timochenko, en sendas declaraciones y comunicado amainaron los vientos
de tormenta, para dejar el 15º ciclo que se iniciará el 3 de octubre, en medio
de una calma chicha, de la que se esperan resultados y noticias más auspiciosas
que las reportadas en los lacónicos comunicados conjuntos de las últimas cuatro
rondas.
Pero, estas altisonancias
que ponen en riesgo el proceso, refleja
que la “Mesa de La Habana” no ha construido el espíritu de coequiperos entre
los plenipotenciarios de las partes, que se necesita para sacar adelante la
tarea que les ha sido encomendada, es decir, que está primando el sentido de
lograr el objetivo de la paz a costa de la contraparte, y no como una labor
común en la que las partes deben dar lo mejor de sí para obtener los acuerdos.
Construir ese “espíritu de
coequipo” al que me refiero, no significa deponer ni los principios, los
intereses ni diluir las representaciones; significa maximizar el sentido de
responsabilidad que tienen los equipos negociadores, al momento de buscar el acuerdo
definitivo propuesto en la Agenda acordada; responsabilidad que les demanda
cada una de sus partes, pero por sobretodo que les demanda la sociedad, que
solo quiere ver resultados positivos, de este magno esfuerzo del país en ésta
extraordinaria oportunidad, que no es solo de las partes y para las partes,
sino que es la oportunidad que tiene Colombia entera y la región de superar el
conflicto armado interno más largo y sangriento, que se haya soportado en el
continente.
Es hora que los jefes de las
delegaciones: De La Calle y Márquez, sostengan una larga conversación a solas,
para construir un enfoque común, que vaya mucho más allá de la arquitectura del
proceso y responda a poner en blanco y negro la situación del país, con sus
problemas, sus potencialidades, sus tiempos, sus límites, pero por sobre todo
las necesidades para una Colombia justa, humana y sin conflicto armado. Este
enfoque será determinante a la hora de abordar todos los temas de la Agenda,
porque sabiéndose corresponsables del acuerdo de paz, cada uno de los miembros
de los equipos, se emplearán a fondo para obtener el acuerdo más justo y
posible, aunque éste no sea el esperado y el que más satisfacciones de parte
genere.
Por otro lado, el Comando
Central del ELN, revela públicamente que reiniciará los diálogos con el
Gobierno Nacional, al tiempo que advierte de las profundas diferencias que
encuentra entre sus aspiraciones con la concepción de paz que tiene el
Gobierno. Si bien es útil que el país sepa de antemano, que éste proceso no será
fácil, resulta una obviedad que las contrapartes tengan concepciones
diferentes, es más, que son diametralmente opuestas, pero esto es precisamente
el punto de partida para que a través del diálogo se construya un punto de
confluencia común, es decir una única manera de entender la solución, para
luego trabajar por la construcción de los acuerdos, que los lleven al final del
conflicto armado y a crear las bases para la construcción de la justicia
social.
Muy seguramente, en este
proceso de acercamiento y construcción de la arquitectura para llegar a una
mesa de diálogo, se requerirán medidas y actos de confianza entre las partes,
pero también de las partes hacia la sociedad y la Comunidad Internacional; creo
sin temor a equivocarme, que la sociedad y la Comunidad Internacional
reclamarán del ELN que antes de sentarse en la Mesa de Diálogos libere la
totalidad de secuestrados en su poder y anuncie, como lo hiciera también las
FARC-EP en su momento, la suspensión definitiva de esta práctica. Un acto de
esta naturaleza es un paso decisivo en la reconciliación, porque al tiempo que
aliviana las cargas del ELN, permitirá un trámite de los diálogos en un clima
de mayor confianza social hacia este proceso de paz en ciernes.
Vistas así las cosas,
quedamos todos los colombianos a la espera de resultados y buenas noticias, las
que el Gobierno las FARC-EP y el ELN deberán ofrecer a la sociedad y el mundo
porque la paz es ahora, carajo.
Carlos Arturo Velandia Jagua
Twitter: @carlosvelandiaj
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