Viernes 15 de Agosto de 2014 -
1:50am
“Lo revolucionario hoy es
dejar las armas”: Carlos Velandia
Por: Jhonny Hoyos.
Velandia muestra una imagen de su
hermano Jorge.
El exjefe del ELN, pidió
perdón por sus acciones. Su hermano militar fue acusado de ayudar a la
guerrilla y está desaparecido.
Aún puede sentir como si se le fueran a salir los
ojos con los golpes de martillo que le daban en la cabeza sus captores. Aún
vive con la incertidumbre de no saber si mató a alguien y con el recuerdo de
los caídos a su lado. Aún su hermano militar sigue desaparecido y sus otros 12
hermanos, exiliados. Pero ya Carlos Velandia no es ‘Felipe Torres’.
Torres, fusil al hombro, sorteaba hace 30 años los
calurosos montes del sur de Bolívar, en una oscuridad que apenas le permitía
distinguir el rojo del negro en las banderas del ELN que otros guerrilleros
cargaban a su lado. Velandia paga su café y el que le ha brindado a su escolta
en una fría terraza del norte de Bogotá y, antes de que anochezca, camina un
par de metros hacia el auditorio de la Universidad Pedagógica, donde lo esperan
unas 50 personas para escucharlo hablar de paz.
Victimario. Para no atender la entrevista en su
casa –“por motivos de seguridad”, dice–, Velandia inicia su relato en una
oficina que le han prestado, una pequeña jungla de plantas ornamentales en la
que se gestionan temas medioambientales. “Tenía 18 años, estudiaba medicina en
la UIS”.
Habla de su reclutamiento como una “consecuencia
lógica” del ambiente que se vivía a finales de los años 60 en Santander, cuando
el movimiento estudiantil see mpezaba a vincular a las luchas sociales y
revolucionarias. “El ELN era una organización revolucionaria que junto con el
pueblo se iban a tomar el poder e iban a transformar las estructuras de la
sociedad y la economía”.
Al principio –narra el exguerrillero, con un rostro
surcado por los caminos que dejan seis décadas de guerra y paz–, estuvo en las
estructuras urbanas de Bucaramanga y luego, en los 80, se fue para el monte,
donde empezó como guerrillero raso y terminó en la dirección nacional.
“No puedo decir si las balas que yo disparé
produjeron víctimas”, dice, con la mirada dura. Tampoco se doblega cuando
recuerda “ver caer a compañeros a los lados”, ni cuando se señala las heridas
de balas que le dispararon a él en los brazos y el costado.
Preso. El 24 de julio de 1994 fue capturado al sur
de la capital del país. “Me encapuchan. Creí que me iban a desaparecer. No sé
quiénes me capturan pero me llevan a una instalación militar”. 20 años han
pasado, pero recuerda con claridad lo que sufrió. “Me interrogan; me hacen
permanecer de pie, esposado y sin dormir durante 48 horas; me encierran en un
pequeño baño, ponen un equipo de sonido a todo volumen y me dan golpes de
martillo en la cabeza. Adentro sientes que se te van a salir los ojos”.
Una jueza sin rostro con el alias de Osiris, que
luego fue encarcelada por nexos con paramilitares, condenó a Velandia a 20 años
de cárcel por rebelión y terrorismo, que pagó primero en la Modelo y después en
la cárcel de Itagüí.
Por buen comportamiento, trabajo y estudio, el
exsubversivo salió 10 años antes de lo señalado por su condena, en 2004.
“Pudimos hacer de la cárcel un sitio para explorar caminos hacia la paz, y
mantuvimos ‘Francisco Galán’ (alias de Gerardo Bermúdez, también exjefe del
ELN) y yo una vocería del ELN para diálogos de paz con Samper, Pastrana y
Uribe”.
Diálogos que fracasaron, en opinión de Velandia,
“porque no se quería hacer la paz. Es decir, se quería la desmovilización de
las insurgencias pero no que el país cambiara”.
A pesar de los ojos desconfiados que persisten de Torres, hay paz en los labios de Velandia.
A pesar de los ojos desconfiados que persisten de Torres, hay paz en los labios de Velandia.
“En la cárcel voy escuchando otras razones, leo,
estudio, y aunque en general los principios revolucionarios los conserva uno,
creo que son defendibles en democracia. Se da cuenta uno de que la guerra en
Colombia ha sido una larga noche de la cual comenzamos a despertar”.
Víctima. Catorce años se llevaban Carlos y Jorge,
el octavo y el menor de 14 hermanos, respectivamente. Y más lejos estaban en
las realidades que encarnaban: el primero, insurgente, y el segundo, suboficial
del Ejército.
Carlos Velandia, ex guerrillero
del ELN, le pidió perdón al actual ministro del Interior, Juan Fernando Cristo,
por la muerte de su padre.
A Jorge, a quien Carlos dice recordar solo como un
niño pequeño, el 9 de marzo de 1997 varios desconocidos se lo llevaron de su
casa al norte de Barranquilla junto a un vecino. “Se identificaron como de la
Fiscalía, pero era un grupo paramilitar comandado por Adán Rojas, alias ‘El
Viejo’, del Bloque Norte, y lo hicieron en un carro que pertenecía al Gaula del
Ejército de Valledupar”.
En ese momento Jorge estaba retirado de lo
castrense. Años atrás había sido procesado durante un año por aparente
espionaje. Es decir, por presuntamente intercambiar información con su hermano
guerrillero. “Fue un montaje que hicieron cuando se dieron cuenta de que era mi
hermano, pero él y yo nunca nos cruzamos, nunca tuvimos una relación”.
De hecho, añade Velandia, se trató de “una
retaliación, un contexto de victimización a los familiares de los dirigentes
guerrilleros”. Dice esto porque en 1997 “también habían secuestrado a un
hermano de ‘Alfonso Cano’ (extinto jefe de las Farc), una hermana de ‘Pablo
Catatumbo’ (Farc), unos familiares de ‘Simón Trinidad’ (Farc) y asesinado a una
hermana de ‘Gabino’ (jefe del ELN)”.
A raíz de estos hechos, toda la familia Velandia
Jagua tuvo que exiliarse del país.
Exiliado. Al salir de la cárcel, ya convencido de
que “la guerra es una vía agotada”, Velandia también se fue al extranjero y
pasó un año en Granada, España. Allí trabajó en el Instituto de la Paz y los
Conflictos de la Universidad de Granada, para luego irse siete años a
Barcelona, a la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de
Barcelona.
Con un acento que pendula entre santandereano y
español, explica por qué regresó a Colombia. “Regreso porque hay una
oportunidad de paz en gestación. No me fui a Europa por siempre. Me levanté en
armas buscando un destino mejor para mi país (…) y tras el proceso de paz veo
al país, en 10 años, con mejores condiciones de vida”.
Activista. En la conferencia ‘En qué va el proceso
de paz con la insurgencia’, organizada por el Programa de Paz de la Universidad
Pedagógica, Velandia compartió panel con otros integrantes del Frente Amplio
por la Paz. Al terminar, sale a preparar su próximo artículo –lo publican en
varios medios impresos y digitales–, la próxima charla –es invitado en
distintos escenarios como activista por la paz–, o el próximo libro –tiene tres
publicados desde 2004–.
Vive de nuevo en el país, desde 2011, con su esposa
y sus dos hijos. Hoy tiene un solo escolta de la Unidad Nacional de Protección,
a pesar de que hace pocos meses volvió a recibir amenazas. Y vive de la paz.
“Así como fue revolucionario en alguna época alzarnos en armas, hoy lo
revolucionario es dejarlas”.
El dueño de esas ideas participó en un evento del
Centro de Memoria Histórica en julio pasado, sobre políticos asesinados en
Norte de Santander. Entre las víctimas se contaba Jorge Cristo, padre del
actual ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, que fue asesinado por el
ELN en 1997, cuando Felipe Torres estaba en la cárcel. Velandia pidió perdón.
“Están presentes las víctimas, y ellos muestran el
dolor, la desgarradura, y quieren saber por qué. Lo menos que podía hacer era
pedir perdón por mi responsabilidad política, y contribuir a abrir un camino.
Un camino por el que tendrán que transitar los insurgentes al momento de la
reconciliación”.
POR:
TOMÁS BETÍN DEL RÍO
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