Lunes, 11 de Agosto de 2014
| Publicado el día Lunes, 11
Agosto 2014
Carlos
Arturo Velandia fue dirigente guerrillero, prisionero político y actualmente es
investigador y consultor en temas de paz y conflictos. En diálogo con Colombia Informa se
refirió al proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
-FARC-, a los acercamientos del gobierno con el Ejército de Liberación Nacional
-ELN- y al rol que la sociedad debe reclamar en este contexto.
Colombia
Informa: ¿Cómo observa el proceso de paz con las FARC?
Carlos
Arturo Velandia: Es
un proceso muy sólido que está soportado sobre cuatro pilares muy firmes: 1-
Gran voluntad de las partes para poner fin al conflicto armado. 2- Una agenda
concreta y posible. 3- Lo quiere la sociedad colombiana y lo apoya la comunidad
internacional, esto es fundamental. Las elecciones pasadas en favor del
candidato Juan Manuel Santos no dejaron de ser un plebiscito por la paz. Eso
hay que mirarlo como un gran apoyo y como una gran voluntad de esta sociedad
colombiana. 4- Existen resultados a la vista. Se han logrado tres importantes
acuerdos en temas supremamente importantes y en la actualidad, se está a las
puertas de abordarse un tema de gran complejidad pero que es indispensable y
que generara mucha más solidez al proceso y al fin de la guerra, que es
el tema de víctimas.
Es un proceso muy sólido, pero si
no se logra iniciar un proceso con el ELN la ecuación será incompleta. Proceso
de paz con FARC más proceso de paz con el ELN, para el final del conflicto en
la totalidad del territorio nacional. Y lo otro en el posconflicto, la sociedad
debe abocarse a las reformas y a los cambios que se necesitan para hacer de la
paz, una paz duradera y que se prolongue y se extienda en todo el territorio.
C. I.:
¿En el caso del ELN, cómo ve ese proceso?
C. A. V.: Para mí es un proceso que
se está desarrollando de una forma tardía pero responde también a unas lógicas.
Para los gobiernos ha sido la prioridad iniciar procesos con quien consideran
la mayor amenaza, y la mayor amenaza no ha sido precisamente el ELN, sino que
han sido las FARC. En segundo lugar, hay una creencia equivocada, y es que
logrando acuerdos con la guerrilla mayor, a las guerrillas menores no les queda
más remedio que ser firmones de estos acuerdos. Aquí hay un gran
equivoco. Tercero, se cree también que las guerrillas consideradas menores no
deben ser tomadas en mucha consideración al momento de decidir los temas
decisivos. En la actualidad se está a las puertas de iniciar un proceso con el
ELN, cuando con las FARC ya se ha recorrido más de la mitad del camino. El
proceso con los elenos va a tomar el tiempo que sea necesario.
La idea es que los dos procesos puedan culminar en un mismo momento pero yo
creo que terminará primero el de las FARC, y el ELN aún continuará en su
proceso de conversaciones.
C.
I.:¿Cuál debe ser la apuesta de estos procesos de paz para que se resuelvan las
causas que originaron el conflicto?
C. A. V.: Aquí hay que considerar
otras situaciones. Hay una sociedad civil que ha venido reclamando sus espacios
y ha reclamado también su protagonismo, que está pidiendo espacio para poder
discutir los temas que consideran le pertenecen. En segundo lugar las
insurgencias no representan la totalidad de la sociedad, así reclamen cosas muy
importantes que serán beneficiosas para el conjunto de la sociedad. En tercer
lugar las agendas de los procesos de paz, su tamaño, su profundidad, están
determinadas también por la correlación de fuerzas en el conflicto. El contexto
actual no es el de hace veinte años. Ha habido grandes cambios, ahora se está
en una situación de correlación de fuerzas muy diferente y nada ventajosa para
las insurgencias y esto tiene una incidencia al momento de definir qué se
discute y qué no se discute.
Lo importante es que al superarse
el conflicto armado la sociedad no tendrá ningún tipo de argumentos ni excusas
para no reclamar lo que le corresponde, y para no pelear las reformas y las
transformaciones que se necesitan para que no vuelva a haber violencia, es
decir, para desterrar la violencia del ejercicio de la política.
C. I.: En
una etapa de su vida usted militó en el ELN, fue comandante, estuvo años en la
cárcel. Después de todas esas experiencias y vivencias, ¿considera que sigue
siendo válida la lucha armada?
C. A. V.: La validez de la lucha
armada no está en cuestión como método para llegar al poder, ni aquí ni en
ninguna parte del mundo. Lo que está en cuestión es si la guerra que se inició
hace 50 años tiene futuro. Yo creo que la guerra aquí en Colombia se agotó. Se
agotó como método, se agotó como forma, se agotó como camino, se agotó como
escenario, se agotó incluso como propósito mismo tanto para pretender acceder
al poder como al mismo tiempo para defender el statu quo. Esa es la
razón por la cual las dos partes que se oponen y que han estado opuestas a lo
largo de 50 años, coinciden en un momento dado en que tenemos que superarlo,
porque por esta vía no llegamos a ningún lado.
Las guerrillas hoy por hoy están
en una situación, podríamos decir, de asimetría militar insuperable que indica
que no es por la vía de la guerra como se podrá producir una derrota al Estado
para que ceda frente a la presión militar, y lograr así las reformas y las
transformaciones. Al mismo tiempo la sociedad acusa un cansancio de las violencias,
de todas, y un cansancio de la guerra.
Los revolucionarios, cuando nos
alzamos en armas, lo hicimos como revolucionarios. Es un deber de los
revolucionarios hacer la revolución, no hacer guerras. No nacimos para hacer
guerras, nacimos para hacer revoluciones. Si la guerra se convierte en un
mecanismo desgastado, incluso en un obstáculo, es obligación del revolucionario
superar esa situación que le impide buscar un camino alterno, un camino
distinto, y el camino es la solución política negociada. Ese es el camino que
se abre para los revolucionarios y también se abre para el Estado que no puede
derrotar de manera estratégica a las insurgencias.
En esto podríamos pasarnos 30,
40, 50 años más en guerra y podríamos decir: “Bueno, morimos con las botas
puestas y en nuestros principios”. Pero es que no nos hicimos revolucionarios
para morir en nuestros principios, sino para transformar el mundo. Y cuando
transformemos el mundo seguiremos buscando transformarlo más.
C. I.:
¿Cómo transformar esa mentalidad guerrerista que no solamente está en la
derecha, sino también en algunos sectores de la izquierda?
C. V.: A quien promueve la guerra,
hay que preguntarle: ¿Usted está dispuesto a participar en ella, está dispuesto
a echarse el fusil al hombro e ir a luchar en esa guerra, está dispuesto a
enviar a sus hijos, a correr el riesgo de dejar viudas, de dejar madres sin
hijos? Esos son los costos de las guerras. ¿Está dispuesto a ser preso? Y si
está dispuesto, pues va y la hace, pero también debe dejar que quienes
consideran que la guerra se ha agotado y es conveniente buscar otras
alternativas puedan hacerlo. No se puede considerar que se está haciendo una
traición a una causa cuando se busca modificar un método o superar un método
desgastado.
De modo que superar el conflicto
armado va a implicar que la sociedad se adentre en la discusión de los grandes
problemas económicos, políticos y sociales, y sin el ejercicio de la violencia
pugne por transformaciones y soluciones involucrándose en esa construcción de
paz duradera.
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